Entregas en caliente / Entre uno y otro vaho

Paco Jones siente cómo unos enormes dedos aprietan su miembro erecto como si fuera el pivote de una pirinola. Los dedos dan un chasquido haciendo girar a Paco como a un rehilete. Jones gira a una velocidad vertiginosa y comienza paulatinamente a elevarse por los cielos. Toda la sangre se le agolpa en la cabeza y su rostro comienza a tomar tonos violáceos. Ha perdido el cuello, las orejas se le han inflamado, sus ojos de sapo están a punto de reventar. La lengua le ha crecido y torpemente le estorba la mirada brincando de un ojo a otro.

Atraviesa las nubes cargadas de lluvia y todo se ensombrece. Paco no sabe si es la densidad de las nubes o su propia lengua la que ha empañado su visión. Con ambas manos atrapa su lengua como a una culebra, pero rápido la suelta porque ese movimiento lo hace perder el equilibrio y porque se da cuenta de que las nubes no son otra cosa que el vaho de los gemidos de la mujer que lo ha hecho girar.

Mientras cae al abismo se da cuenta de que sus días han terminado; que uno muere siempre por su propia lengua; que su vida no ha sido otra cosa que estar envuelto entre los vahos de los gemidos de una y otra mujer.

Precipitadamente la tierra se avecina y con ella su muerte. Paco alcanza a ver un paisaje manchado de jacarandas. En cada una de las hojas violáceas como su rostro, descubre el semblante de un bebé muy parecido a él. El viento sopla y cada una de las hojas de las jacarandas cae al suelo para ser pisoteada por los transeúntes. Jones escucha el crujir de sus descendientes que han corrido la misma suerte que él. Cuando está a punto de estrellarse contra el piso, la mano de la mujer que gira la pirinola lo cacha...

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