Eric J. Hobsbawm, historiador del pasado y el futuro

AutorEnrique Semo

También estudió el origen de las tradiciones y argumentó que muchas de ellas son inventadas por élites nacionales para justificar la existencia e importancia de sus respectivos regímenes. Otro tema preferido fueron las clases trabajadoras, desde la época moderna (1600-1800) hasta el día de hoy y sus exponentes más destacados. Desde Thomas Paine y la revolución estadunidense hasta Ho-Chi-Min y Vietnam. En su prolífica vida de 95 años, no dejó de comentar los asuntos más importantes de la política y la historia en cientos de entrevistas y artículos en la prensa.

Murió el 1 de octubre de 2012. Es decir que sólo han transcurrido dos años desde su desaparición, y ahora, revisando todos sus trabajos en orden cronológico, me doy cuenta de lo poderoso de su pensamiento y de su vertiginoso desarrollo. Perfecciona y modifica sus ideas y posiciones a medida que lo siente necesario, pero siempre dentro de una misma matriz. Se antoja pensar que Hobsbawm intentaba captar los tiempos de un siglo de cambios meteóricos en la realidad y en las categorías teóricas de la ciencia social.

Hobsbawm es exponente versátil de un método propio que lo lleva a plantear teorías generales, preguntas categóricas, sugestiones inesperadas e hipótesis audaces en el marco de la historia de pensamiento marxista y de una erudición enciclopédica. Si hubiese que caracterizar su aportación fundamental, diría que ésta se encuentra en el método. Él fue una de las estrellas de una época en que la historiografía marxista se ganó una influencia muy grande, podemos decir incluso dominante, en algunos países, entre los cuales se encontraban muchos de los de América Latina. A través de sus constantes recuentos de los avances y retrocesos, de los éxitos y limitaciones de esa corriente, Hobsbawm, entre otros, ayudó a crear una sensación de comunidad y de interlocución crítica permanente entre los pensadores marxistas de todo el mundo. Esta época ha pasado y el marxismo de hoy debe definir sus límites y posibilidades ante un mundo completamente diferente al de la posguerra.

Para los hombres y mujeres que vivieron buena parte del siglo XX y se preguntan: ¿Qué me hizo como soy y a dónde voy?, o bien, jóvenes que no entienden el pasado inmediato precisamente por las enormes diferencias que guarda con su presente, la Historia del siglo XX es lectura imprescindible. No es casualidad que Lula lo haya considerado como el libro que más había influido en su vida.

Podemos también verlo como uno de los miembros de ese espléndido grupo de historiadores ingleses conocido como The British Marxist Historians en los años 1946-1956, quienes integraron una tradición teórica que hasta hoy tiene influencia en la historiografía inglesa y mundial. Fue formado en aquellos años por Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill, E.P. Thompson, y también por Victor Kiernan, George Rudé, A. L. Morton, John Saville y Dorothy Thompson, todos miembros de la misma célula del Partido Comunista Inglés, quienes transformaban sus reuniones en brillantes tertulias llenas de chispa sobre historia, marxismo y política. En esos tiempos nadie era más famoso que otro. Comenzaron a surgir algunos esfuerzos para realizar publicaciones colectivas y series de conferencias. Los escritos de Marx eran tratados más como un método que debía aplicarse, que como hipótesis a ser exploradas y probadas. Quizás éste sea el secreto que permite crear una corriente de pensamiento.

El más significativo producto de esas labores fue la revista Past and Present, cuyo primer número salió en 1952, y más tarde, New Left Review. El grupo, de acuerdo con uno de sus miembros, se fue deslindando del marxismo vulgar y sus fórmulas dogmáticas desde el principio.

También podemos verlo como un intelectual judío-vienés de formación centroeuropea que le permitía tener ese cosmopolitismo que incluía una familiaridad con las culturas austriaca, alemana, balcánica, latina y naturalmente inglesa, muy difícil de hallar en otros intelectuales de la época. Sin ella y sin su habilidad de políglota, no hubieran sido posibles libros como Bandidos sociales, donde los haiduks búlgaros comparten honores con los bandidos georgianos, o como Rebeldes primitivos, en el cual la mafia siciliana y la violencia colombiana -esa combinación de guerra civil, acciones guerrilleras y bandidaje- conviven. Menos aún podría haber escrito Revolucionarios, en donde...

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