Evangelio y poder

AutorJavier Sicilia

El Evangelio es la antítesis del poder. Es su negación: Dios que renuncia a sí mismo para nacer en un establo y morir aplastado por el poder. Es la afirmación de un acto inmenso de libertad y un llamado al amor, que siempre es débil, que siempre es pobre. Allí, según él, radica la justicia.

Dice algo más: que ese amor al que nos llama no puede imponerse, no puede normarse, no puede exigirse, a riesgo de destruirlo.

Cada vez que alguien desde el poder lo ha intentado, ha desencadenado desastres mayúsculos. La Iglesia lo pretendió y durante siglos promovió enemistades, guerras, persecuciones, cadalsos y sótanos de tortura. Lo intentó Pol Pot, cuya ideología bebía del personalismo, y sus sueños terminaron en el genocidio; ¿qué decir de Franco o de Pinochet?; ¿qué, incluso, de ese judeocristianismo materialista que llamamos comunismo?

López Obrador pretende intentarlo una vez más y su discurso y su hacer se llenan de contradicciones que, por desgracia, apuntan ya hacia graves atrocidades. En su sed de justicia olvida que el Evangelio es una forma de vida que, al margen del poder, lo cuestiona y lo equilibra; es la legitimidad (la auctoritas, el poder espiritual) que impide que la legalidad (la potestas, el poder temporal) se extravíe; un horizonte y una atmósfera que sólo se hace presente en quienes lo practican. No pertenece al orden del poder -"Mi reino no es de este mundo", dice Jesús a Pilatos, el procurador romano, el vicario del César y en ese momento del sanedrín que lo ha condenado-, sino al del amor, cuya libertad es incompatible con las coerciones del poder. Es un reino que está en el mundo, pero no pertenece a él.

Donde a lo largo de la historia el Evangelio ha aparecido, nunca ha sido en la institución clerical, sometida casi siempre a los intereses del poder, tampoco en el Estado -su hijo laico- y sus instituciones, sino en su márgenes -los Padres del Desierto, el monacato, las Reducciones, el primer franciscanismo, Teresa de Calcuta y sus monjas, las comunidades del Arca, las de Lanza del Vasto y las deJean Vanier; aparece en los médicos y enfermeras que sobrepasan los protocolos institucionales y en los caracoles zapatistas-: allí donde, como en la luz del cirio la noche de la resurrección, surge iluminando tenuemente las tinieblas.

El propio Gandhi, que de alguna forma llevó el Evangelio al terreno de la política, nunca quiso el poder. Predicó la justicia y el amor fundando formas de vida -los áshram- semejantes a lo que...

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