El éxodo del hambre

AutorRafael Croda

BOGOTÁ.- Llegan a Colombia con un par de mudas de ropa que cargan en viejas maletas, en costales o en bolsas de plástico. Traen a sus niños en brazos. Algunos han caminado varios días por las peligrosas carreteras del fronterizo estado Táchira, la mayor puerta de salida de los venezolanos que abandonan su país.

Miles de ellos llegan cada día a Colombia en busca de trabajo, comida o para seguir a otros destinos. La crítica situación en Venezuela, donde el salario mínimo mensual equivale a tres dólares y los alimentos son escasos o inalcanzables para la mayoría de la población, genera una oleada migratoria que desborda a las autoridades locales.

"Esto es una avalancha incontenible. Ya estamos frente a una catástrofe humanitaria. La mayor crisis de refugiados en el mundo se trasladó de Siria a la frontera colombo-venezolana", dice Francisco Barbosa, abogado y especialista en relaciones internacionales.

Un protagonista de esa crisis es el venezolano Jason Ramírez, quien llegó a Colombia desde Caracas tras seis días de trayecto en autobús y a pie. Vino con su esposa, Katia, y sus hijos de siete y cinco años. "En el último tramo nos robaron, no nos dejaron ni para el bus", recuerda.

Cuenta que estaban durmiendo en una calle en San Cristóbal, Venezuela, a donde habían llegado el 6 de diciembre pasado, cuando dos motociclistas armados les quitaron todo su dinero, unos 50 dólares con los que esperaban llegar a la nororien-tal ciudad colombiana de Cúcuta.

"Tardamos dos días más en llegar a San Antonio del Táchira (donde está el puente internacional para cruzar a Colombia). Nos fuimos caminando, sin nada que comer, sólo cositas que nos regalaban en el camino. Mi esposa se desmayó dos veces. De hambre. A mucha gente le pasa eso, o se le baja la presión por la misma hambre. Hay que darle dulces o panelita para levantarlos", asegura.

Jason y su familia pasaron a la ciudad colombiana de Cúcuta por el puente internacional Simón Bolívar, por donde cada día cruzan a Colombia unos 37 mil venezolanos. Algunos van de compras a Cúcuta, a conseguir productos básicos y medicamentos, y el mismo día regresan a su país. Otros, cada vez más, se quedan en Colombia.

De acuerdo con Jason, quien lleva mes y medio en Bogotá, decidió irse de Venezuela porque el año pasado cerró el pequeño restaurante de arepas (tortillas de maíz más gruesas que las mexicanas, y por lo general rellenas de queso y carne) en el que trabajaba como mesero.

"Mi situación -afirma- era muy desesperada. Casi no teníamos qué comer, mi esposa y yo hacíamos una comida al día, los niños dos, y no conseguía trabajo. Mi país está quebrado. Mi suegra es diabética y ya le han dado dos comas por falta de insulina".

Su suegra le prestó 20 millones de bolívares (la moneda venezolana) que Jason convirtió en 200 dólares en el mercado negro de divisas para viajar a Colombia, donde tiene un hermano que llegó hace dos años. Cuando cruzó legalmente la frontera y estuvo en Cúcuta, llamó a su hermano a Bogotá para que le mandara dinero. Sólo lo pudo hacer a finales de diciembre.

Mientras le llegaba "la platica", vivió con su familia en una plaza de Cúcuta, junto con otros inmigrantes venezolanos, y pedía dinero en las calles. Con eso comían él y su familia. "Cuando uno come, hermano, lo demás viene solo", asegura.

Jason dice que en...

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