Las facetas de la violencia

AutorJavier Sicilia

El trabajo es duro. La sociedad estadunidense no sabe mirar a los otros, mucho menos reconoce que gran parte de sus políticas afectan de manera brutal no sólo la vida de su nación, sino también la de sus vecinos. México también ha perdido en este caso la capacidad de ver tal hecho. Ambas naciones parecen ignorar que la violencia que padecemos y que sólo se atribuye a una equívoca política de seguridad y a la corrupción de los aparatos judiciales de México, tiene sus otras facetas en la prohibición de las drogas y en la libertad del comercio de armas en Estados Unidos. Los dos países, por lo mismo, parecen ignorar que un cambio en la estrategia de seguridad, una política anticorrupción y la implementación real de la Ley General de Víctimas en México no podrán detener la violencia si tales medidas no se acompañan de una política bilateral de regulación de las drogas, de control de las armas en Estados Unidos y de políticas reales contra el lavado de dinero.

La evidencia es tan obvia que negarse a enfrentarla parece más el accionar de una lógica perversa que el fruto podrido de la imbecilidad.

Si, por un lado, la droga dejara de verse como un problema de seguridad nacional que se enfrenta con violencia y políticas prohibicionistas, y se viera como un asunto de salud pública y de libertades que se controla por la legalidad del mercado y las férreas leyes del Estado, los cárteles no tendrían que estar construyendo ejércitos de sicarios para defenderse. El hecho es que la prohibición de las drogas ha ocasionado en los últimos siete años en México más de 80 mil muertos.

Si, por otro lado, se aplicaran suficientes mecanismos para el control de la venta de armas, los sicarios, que, frente a la estrategia prohibicionista, han diversificado el crimen -secuestro, trata, extorsión, etcétera-, verían reducida en mucho su capacidad para hacerlo.

Las armas, a diferencia de las drogas, son un verdadero asunto de seguridad nacional. No sólo son contundentes y expansivas, son también un poder que somete. Mediante ellas no sólo se asesina, también se secuestra, se extorsiona, se intimida, se destruye.

Un estudio de marzo de 2013 realizado por el Instituto Transfronterizo de la Universidad de San Diego ha estimado que 253 mil armas de fuego se compraron durante el periodo 2010-2012. Muchas de ellas -riñes AK y AR con compartimientos desmontables- son las que utilizan con mayor frecuencia las organizaciones de tráfico de drogas para cometer delitos.

Si a la...

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