La fe que trasciende

AutorMariana Leñero Franco

Hablar de mi padre sigue siendo, para mí, acercarme a su ausencia. Sin embargo, mi mamá me dio la oportunidad de poner en palabras algunos recuerdos sobre él que forman parte de lo que soy y de lo que sigo siendo después de su partida. Colaboro con este texto en donde se honra y se comparte la vida de mi padre desde los ojos de aquellos que lo vieron en y atrás de las letras; cerca de la espiritualidad, de la hermandad y de la amistad. Durante varios años Ricardo Solar, mi esposo, y yo formamos parte del grupo "Los católicos", que se juntaba una vez al mes, si los tiempos congeniaban, con el principal objetivo de hablar sobre Dios. Pese a las diferencias de opinión, de edad, intereses y profesión, Ricardo -agnóstico- y yo, en esos tiempos creyente, fuimos recibidos siempre con gran cariño y naturalidad.

Y aun cuando las acaloradas conversaciones se desviaban a hablar de literatura, política o de los eventos culturales más actuales, tengo muy presente cómo mi mamá hacía notar la importancia de regresar al tema que nos había reunido desde la primera vez: Dios, la fe, la Iglesia, la espiritualidad...

No quiero que los recuerdos nebulosos del pasar de los años provoquen que olvide o cambie alguna percepción de lo que sucedía en esas reuniones, pero sí me trae una sonrisa a la boca recordar cómo invariablemente, al finalizar las reuniones, Nacho Solares bromeaba con mi papá sobre Ricardo y decía: "Esta vez tampoco lo logramos convertir, Vicente, y creo más bien que va a tener más razones para no creer". Porque en esas reuniones se valía de todo: opinar sobre la propia fe o la ausencia de la misma; sobre las barbaridades que hace la Iglesia y las bondades de seguir siendo parte de ella en una diferente dimensión.

Ahora que mi fe se ha apagado un poquito, recuerdo con cariño esas reuniones. Alienta ver la religión de esa forma. Sé que a cada uno de nosotros: Myrna Ortega, Nacho Solares, Alicia Medina, Paco Prieto, Javier Sicilia, y a los que posteriormente se unieron al grupo: Eduardo Garza y Analú del Valle, la partida de mi padre nos ha dejado un gran vacío, que se sigue llenado con el corazón abierto que nos han dejado los recuerdos.

No quiero resultar aburrida, porque lo que tengo en mi corazón son recuerdos personales; pero en especial son, la mayoría, buenos recuerdos. Los malos, esos de los que algunas veces me quejé, se han vuelto insulsos cuando los comparo con la falta que me hace tener un poquito de él. Lo único que quisiera en la vida es escucharlo de nuevo.

Alicia Molina, Francisco Prieto, Vicente Leñero, Estela Franco Arroyo, Javier Sicilia, Myrna Ortega e Ignacio Solares. Abajo: Mariana Leñero Franco y Ricardo Solar.

La muerte es canija. Es terriblemente despiadada, pero también me ha dado un regalo: tener en mi corazón memorias que si bien duelen, son huellas de amor, del amor que le tengo y del amor que nos dejó.

Por eso escribiré una parte de mi experiencia a su lado. Por ejemplo, podría contar...

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