Fiasco energético

AutorHéctor Tajonar

Ahora nos enteramos de que la madre de todas las reformas tuvo un hijo que permaneció oculto durante siete décadas y que costará a los contribuyentes 2 billones 221 mil 512 millones de pesos, equivalentes a más de 10% del producto interno bruto (PIB). El desmesurado monto corresponde al pasivo laboral de Pemex (1 billón 700 mil millones de pesos) y al de la CFE (521 mil 512 millones), acumulados durante más de 70 años de un corporativismo sin límites promovido por la "política de masas" del Estado posrevolucionario que derivó en el paradigma de la podredumbre sindical personificado por Carlos Romero Deschamps, hijo predilecto del régimen priista y apapachado también por los gobiernos panistas.

Mihail Maniolesco, autor de El siglo del corporativismo (1934), considera al corporativismo como un sistema de dominación política para instituir un proceso de modernización nacionalista defensiva controlado por el Estado de partido único, como en la Italia fascista. Es clara la influencia de ese pensamiento en la estructura sectorial de la tríada PNR-PRM-PRI, concebida desde 1929 con fines de control político, estabilidad social y apoyo electoral. La "política de masas" del Estado posrevolucionario, promovida de manera especial por el general Lázaro Cárdenas con la creación del PRM y la formación de la CNC y la CTM, sirvió de base social para la institucionalización del presidencialismo autoritario, caracterizado por la centralización del poder en el Ejecutivo federal, prevaleciente hasta 2000. Ahora intenta resurgir con nuevos bríos.

Sin embargo, el corporativismo priista ha caído en excesos de simulación, despilfarro y corrupción que lo hacen inviable financiera y políticamente en el México de hoy. Por más que se pretenda disfrazar el escándalo del pasivo laboral de Pemex y CFE, resulta inocultable la complicidad entre un sindicalismo rapaz y una burocracia complaciente y cínica. El PRI no puede evadir su responsabilidad en la creación del régimen sustentado en un corporativismo y un clientelismo que han saqueado y quebrantado a las dos principales empresas públicas del país de forma tan absurda como evidente. Con desfachatez, el secretario de Hacienda declaró que "fue una buena idea absorber el pasivo laboral de Pemex para la empresa como para las finanzas nacionales". Pero omitió lo esencial: explicar cómo se llegó a ese desfalco, en qué y cómo se gastaron esos 1.7 billones de pesos y qué impacto tendrá para las finanzas públicas y para los...

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