40 FIC y tres cantan-tes mexicanos

AutorRaúl Díaz

GUANAJUATO, GTO.- Un festival tiene la virtud de aglutinar, reunir eventos que de otra manera no se producirían o no se podrían presenciar en un cortísimo lapso; esa virtud, sin embargo, se vuelve defecto porque, precisamente por conjuntar, es imposible asistir a todo lo que se desearía y siempre se nos quedará algo en el tintero; lo que nos reconforta es, cuando es, el acierto de la elección.

El magnífico 40 Festival Internacional Cervantino, en estos momentos en pleno desarrollo, agranda la dificultad de la elección: empero, pedantescamente estoy seguro de haber elegido estupendamente en dos casos, protagonizados por tres realmente buenos cantantes mexicanos y dos pianistas extranjeros por nacimiento pero ya también mexicanos por querencia: uno uruguayo, Alejandro Vigo, quien acompañara a la bella soprano Leticia de Altamirano y al barítono Jesús Suaste, y cubano el otro, Ángel Rodríguez, que acompañó al tenor Javier Camarena.

Suaste, viejo lobo de mar en los menesteres operísticos y recitalistas es, me atrevo a asegurarlo, el mayor especialista en el compositor argentino Carlos Guastavino, y su mejor intérprete; Leticia de Altamirano es una de nuestras jóvenes sopranos emergentes pero que, a partir del concurso Ópera Prima (que debió haber ganado), ha desarrollado una importante carrera nacional y goza ya de merecido reconocimiento. Con la más que acertada compañía de Vigo al piano, barítono y soprano nos ofrecieron uno de los más finos, delicados y emotivos recitales del Cervantino.

En ocasión de celebrarse el centenario de nacimiento de los compositores Guastavino (1912-2000) y Xavier Montsal-vatge (1912-2002), los cantantes prepararon un programa integrado exclusivamente con obras de ellos, y eso ya de por sí resultaba un atractivo diferente que habría de completarse con su ejecución.

Inició Leticia con las muy conocidas y gustadas "Cinco canciones negras (Cuba dentro de un piano, Punto de habanera, Chévere, Canción de cuna para dormira un negrito y Canta negro)", de Montsalvatge, en las que hizo gala de su capacidad para adaptarse a un repertorio diferente, gratísimo pero no fácil (aunque lo parezca), por las sutilezas e intencionalidades que intrínsicamente posee. Su grato timbre desplegó con acierto las particularidades rítmicas y melódicas de esas canciones "cubanas" que, así, se escucharon con un calor y color especial que dejó más que preparado el ánimo de los presentes para seguir escuchando delicatessen, y abonadísimo el...

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