El fifí en la Nueva España

AutorFabrizio Mejía Madrid

El "fifí" cree tener derecho a algo que no alcanzó por mérito ni talento y se jacta de ello con su riqueza o apellido o, en la mayoría de los tristes casos, al ser cruel hacia los menos favorecidos. El problema del "fifí" no es si tiene o no riqueza sino el alarde que hace de su estatus dentro de la sociedad desigual. Si uno se enorgullece del lugar que ocupa en la injusticia y la crueldad, en el fondo acepta también las reglas de esa disparidad. Ponerse una camiseta que tiene por lema: "Dime Fifí", resulta no sólo una ceguera social sino una especie de degradación personal. La diferencia entre reivindicar "naco" y "chi-do", con respecto a autodefinirse como "fifí", es que en uno se reivindica un término derogatorio y en el otro se coloca encima de un supuesto lugar de privilegio ante los demás. Al asumirse "naco", se acepta toda la estética de lo kitsch. El "fifí" se degrada a sí mismo al mostrar que no es nada sino el lugar que ocupa en una supuesta escalera ascendente.

No en balde el padre Miguel Hidalgo, antes de empuñar las armas contra los españoles, traduce, adapta, y representa en sus curatos de San Felipe y Dolores dos obras de Molière que tienen que ver con los "fifís": Tartufo y George Dandin. En ambos, el engaño es producto de la hipocresía de despreciar a los inferiores. El "fifí" de la Nueva España nace de la contradicción entre los criollos ricos y los aristócratas pobres. El estatus de los linajes, muchas veces comprados al precio de humillarse en las cortes, se exacerba con un peninsular que añora morir en España. Los criollos, como Francisco Xavier Clavijero, no odian a España sino que aman a México simplemente por ser el lugar donde aprendieron a vivir:

Yo cedo por Tacuba, pueblo inmundo, Roma,famosa capital del mundo. No hay, cerca de México, mal suelo, No hay Purgatorio tan vecino al Cielo.

Desde que los Xavieres -Alegre y Clavijero-,Juan Luis Maneiro, Andrés Cavo y Manuel Fabri escriben en el siglo XVIII, se refieren a los españoles como "extranjeros" y hacen la historia de los pueblos precortesianos como un renacentista contaría las glorias del Imperio romano. Ellos, los criollos, habitan en el territorio de un imperio clásico -el azteca- y no anhelan pasearse por Madrid. Señalan, en cambio, a quienes sí, que ocupan altos cargos de decisión y propiedades, como hipócritas que han conseguido su lugar a base de someterse a la Corona española y sus virreyes, sin trabajar ni crear en la Nueva España. "Hay quienes son sólo...

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