Georgia. La batalla que viene

AutorDiego Courchay

Primero fueron los gritos de júbilo; luego los sonidos de los cláxones, pero el climax llegó con el golpeteo de cacerolas desde las ventanas y el tañer de campanas en las calles de Washington DC. La fiesta se desató de manera súbita, en pocos minutos.

Eran las 11:30 de la mañana del sábado 7. Los principales medios de comunicación acababan de anunciar el triunfo de Joe Biden en la contienda presidencial. Miles de personas de la ciudad que lo votó en un 93% convergían hacía la Casa Blanca para celebrarlo. Una hora antes el presidente Donald Trump había reiterado su victoria "por mucho".

Después del mediodía llegó la reacción del Comité Senatorial Republicano Nacional: "El Senado es la última línea de defensa", decía su mensaje en la red social TWitter, llamando a mantener la actual mayoría del partido en la cámara alta, todavía por definirse.

La geografía de ese nuevo frente electoral podía atisbarse en la solapa de algunos empleados demócratas en pleno festejo: una estampa con un melocotón, símbolo de Georgia, el estado sureño, la batalla que viene por el poder legislativo.

Trump se niega a admitir su derrota, -aun cuando el viernes 13 por la tarde las principales cadenas televisivas de Estados Unidos informaron que su contrincante, el demócrata, Joe Biden, tenía 306 votos contra los 232 que él obtuvo-, mientras su partido entabla diversas batallas legales para probar las supuestas irregularidades en el voto, cada vez con menos posibilidades.

De hecho, el día anterior, el mandatario sufrió un revés: en un comunicado los principales funcionarios de la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad -dependiente del Departamento de Seguridad Interior-, sostienen que "las elecciones del 3 de noviembre fueron las más seguras en la historia de Estados Unidos".

Tajantes, añadieron: "No hay evidencia de que algún sistema de votación haya eliminado o perdido votos, haya cambiado votos o haya sido comprometido de alguna manera".

Mientras tanto las maquinarias de ambos partidos ya se enfocan en lo que podría definir el éxito o fracaso del siguiente mandatario: en Georgia quedan por decidirse dos puestos al Senado, en una cámara controlada por los republicanos con una tenue mayoría de 50 senadores, contra 48 de los demócratas.

El atasco institucional

Dos victorias demócratas forzarían un empate. El voto definitivo para el desempate recae en el puesto de vicepresidente que detentará Kamala Harris, una vez ratificada la victoria. La ventaja le permitiría al nuevo presidente cumplir con su agenda y elegir a su gabinete sin obstáculos. De ganar el partido republicano, su líder en el Senado, Mitch McConnell, retendría el poder que hizo posible varias de las principales...

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