Germán Sánchez. La segunda oportunidad

AutorBeatriz Pereyra

GUADALAJARA, JAL.- A Germán Sánchez el gusto por los clavados se le manifestó desde que tenía tres años. Durante un paseo familiar en Tenacatita, bahía de la costa del Pacífico ubicada a unos 300 kilómetros de esta ciudad, chapoteaba en un río cuando de pronto se subió a uno de los lavaderos de piedra donde las mujeres tallan la ropa y se lanzó al agua con los pies en punta perfecta. Su padre no podía creerlo. Le pidió que repitiera el salto y el chamaco lo hizo.

En otra ocasión, en la alberca de la Unidad Deportiva López Mateos, Germán, entonces de seis años, le pidió a su papá que lo subiera en sus hombros para tirarse desde esa altura. La salvavidas se asombró cuando vio las piruetas del niño y sugirió que lo llevaran al Code (Consejo Estatal para el Fomento Deportivo), pues era evidente que tenía talento para los clavados.

A Germán le fascina la lucha libre; su afición por las maromas y los saltos mortales nació porque admiraba lo que hacían en el cuadrilátero esos hombres con máscaras brillantes a quienes veía en la televisión.

Cuenta que no le gustaba estar en la escuela y se la pasaba llorando todo el tiempo. Su padre le prometió que si dejaba de llorar lo llevaría a ver los entrenamientos de los luchadores.

"Yo me imaginaba que iba a ver al Santo, a Blue Demon o a Emilio Charles, pero fue diferente porque los que luchan ahí no son famosos. Cuando entré a clavados todo se me facilitó. Dios me mandó un don que pocos tienen", dice.

Germán tenía papitis. Fue el único varón -tiene tres hermanas mayores- y desde que era bebé pasaba mucho tiempo con su papá.

"Es que fue un chiripazo. No esperábamos que naciera y, cuando llegó, mis hijas no se despegaban de la cuna.Todos lo chiqueábamos mucho, pero por ser el único varón siempre andaba con el papá y no se le quería despegar", explica Leticia Sánchez, mamá del deportista.

Era tanto su apego al padre que el señor pasaba cerca de la escuela y sonaba un silbato para que el niño supiera que su papá estaba cerca. Él es un maestro de educación física que toda su vida ha dado clases en un colegio particular. Soñaba con que su hijo fuera futbolista como él, que a finales de los setenta jugó en las reservas profesionales de la UdeG.

Pero no quiso ser futbolista. Lo llevé a los toros, y un tiempo quiso ser torero. 'Cómpreme mi traje-cito, apá'. Y se lo compramos. Tenía su capote. Se soñaba torero. Salíamos mucho a acampar y hacíamos actividades de rapel. Fue sorprendente verlo escalar. Aprendió muy...

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