Un golpe suave

AutorFabrizio Mejía Madrid

En el nuevo documental de Carlos Mendoza y Canal 6 de julio En nombre de la libertad se habla de esta crítica -que en realidad es la difuminación de rumores con tintes de paranoia- como desestabilización de las sociedades que optaron por cambio de régimen en América Latina: Brasil, Honduras, Argentina, Venezuela. De acuerdo con la investigación, primero se corren rumores usando las redes, después se crea la idea de una carestía, se responsabiliza al gobierno por incompetente y, finalmente, se judicializan casos en contra de los gobernantes para que caigan. Se usan, entonces, las palabras insustanciales que encubren el golpe de Estado blando: el gobierno es antidemocrático, no hay estado de derecho, es intolerante, incompetente y corrupto. Hay en marcha una estrategia de desestabilización basada en la desinformación, pero será tan exitosa como la Operación Berlín y su ridícula frase "ahí vienen los rusos", mientras continúe la aprobación hacia el cambio de régimen que ha sido, según mi perspectiva, una inclusión de más personas en la modernización.

Pero todo esto tiene que ver con el uso que le damos a las palabras, de recuperar su capacidad de sentido y de sentir. Si la nueva estrategia de la oposición de derecha es que su fuerza ya no es construir una propuesta alternativa a la de la izquierda, sino sólo dañarla, la acompañarán de la exaltación de un tipo de ciudadano que le tiene miedo a cualquier cambio, así sea sólo en el discurso. A una oposición que ya no le importa dañar todo, le corresponde su perfecto doble que tiene miedo al cambio y que prefiere esperar que "ojalá no pase nada"; que "no sabe qué pensar" pero se adelanta a sospechar.

La despolitización que nos acarreó el Partido Único y la ideología neoliberal también está en el ciudadano que, hasta por una moda llamada "neutralidad", está predispuesto a la sospecha más que a la crítica, que implica recabar información, desmenuzar los procedimientos por los cuales se establece una verdad. La sospecha se vendió como una marca de la inteligencia más ramplona: si no sospechas, apoyas. Entre las patas se queda la crítica, como ejercicio iluminador, no destructor. Y el apoyo se asimila a simple obediencia. Por eso, publicar que un presidente electo es un "dictador" puede parecer muy crítico, cuando, en realidad, es sólo una forma de plegarse al escepticismo de la élite, que sí tendría razones monetarias y culturales para ir en contra de la transformación. La sospecha siempre es...

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