El gran desafío: cumplir las expectativas

AutorArturo Rodríguez García

Con una suma contradictoria en perfiles y propuestas, Andrés Manuel López Obrador llegó a su tercer intento por alcanzar la Presidencia de la República y, haciendo gala de pragmatismo, consiguió -incluso confrontado con un sector del más poderoso e influyente empresariado- lo que en el pasado parecía imposible: ganar.

Y lo hizo de manera arrolladora, con 53% de los votos, según el conteo rápido dado a conocer por el presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova. Una elección de récords: con la más alta participación ciudadana, estimada en 63%, López Obrador superó todos los registros, al menos desde 1988, última elección organizada por el gobierno en tiempos de la hegemonía priista, mientras sus adversarios alcanzaban otra marca: la votación más baja desde 1988 para sus formaciones políticas: Ricardo Anaya con menos de 23% y el abanderado del PRI -con sus aliados Panal y PVEM-, José Antonio Meade, con poco más de 16%.

Incuestionable, la victoria fue reconocida poco después de las 20:00 horas por Meade. Le siguió Anaya y finalmente el presidente Enrique Peña Nieto, hacia las 23:00 horas. Para entonces López Obrador ya había recibido el reconocimiento y la felicitación de diferentes mandatarios globales, entre ellos el estadunidense Do-nald Trump.

A la cabeza de una coalición que ya no incluyó al PRD ni a Movimiento Ciudadano -que lo impulsaron en las pasadas contiendas y que ahora se aliaron con el PAN-, llegó a las elecciones de este año con el conservador Partido Encuentro Social (PES), el Partido del Trabajo (PT) y su plataforma partidista: Morena.

Morena y el PES, formaciones políticas registradas apenas en 2014 y con una sola elección federal previa a los comicios de este domingo 1, y el siempre minoritario PT, integraron la coalición Juntos Haremos Historia, en la cual admitieron a políticos procedentes del PRI, PAN y PRD, o celebridades del ámbito deportivo y de la farándula, para volverse altamente competitivos en cargos locales y de representación legislativa, mientras López Obrador crecía en aprobación e intención de voto.

AMLO sumó perfiles escasamente relacionados con la izquierda histórica, e incluso reciclados de gobiernos priistas, para ofrecer un gabinete que -proclive el tabasqueño a las reivindicaciones históricas- equiparó con el de Benito Juárez.

Así se presentó a la contienda, enar-bolando un ambicioso programa de cambios que obliga a la duda sobre su realiza- ción, sobre la idoneidad de los perfiles que lo acompañan en el gabinete y en el ámbito legislativo y sobre los márgenes de maniobra tanto por el marco jurídico como por la presión de grupos de poder con los que llega conflictuado.

Los "focos rojos"

La preocupación inmediata del equipo de López Obrador es lo que considera un largo periodo de transición.

Para Marcelo Ebrard, uno de los políticos más influyentes en el entorno del fundador de Morena, la prioridad es garantizar que los mercados se mantengan tranquilos; organizar la gobernabilidad que, precisamente por los cinco meses que dura la transición, es un "foco rojo", y las negociaciones del Tratado de Libre Comercio...

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