Su más grande lección

Acompañado por acordes melancólicos de una guitarra, el canto religioso envuelve la sala de esta casa de Santa Catarina.

Josefina Flores y Efrén Solís contemplan la portátil de la que emana la suave voz que alude a la adoración de Dios, una de las características de esta familia integrada por la pareja y sus hijos Cecilia, Nayely, Álvaro y Marijose.

Cecy, la de la suave voz en esta noche fría, es la maestra que el 18 de enero del año pasado recibió en la cabeza el segundo de los ocho disparos que Federico, de 16 años de edad, hizo en su salón de noveno grado en el Colegio Americano del Noreste antes de reabastecer el arma y dispararse frente al grupo.

Tras pasar por operaciones y dar muestras de mejoría, la maestra Cecy falleció el 29 de marzo pasado. La joven de 26 años fue la única víctima mortal de la tragedia, además del propio agresor.

Hoy, sus padres comparten sus recuerdos.

"Fueron 72 días que vivimos al máximo, felices", cuenta la mamá de Cecy, también maestra de profesión y quien trabaja en el Colegio Mano Amiga.

"Creo que fueron los mejores de nuestras vidas, porque estuvimos juntas todo el tiempo: reímos, lloramos, recordamos sucesos, nos abrazamos, nos perdonamos, nos prometimos. Dentro de esos días de dolor estaba el amor a nuestros hijos".

Nacida el 9 de diciembre de 1990, la primogénita de esta familia fue inquieta desde pequeña. Su padre, trabajador de una fábrica en Santa Catarina a la que asiste por turnos, le leía cuentos que ella solía aprender de memoria.

Cecy entró a FIME, de donde salió en cuarto semestre para luego inscribirse en la Normal Superior. Egresó con honores y, como primer trabajo, impartió clases en la prepa de la Universidad José Vasconcelos.

Al principio dudó, porque había estudiado para dar clases en secundaria, pero su asesor de tesis le dijo: "Usted siéntase capaz, que nadie le diga que no puede si tiene la voluntad". Ahí estuvo un año.

"Le gustaba ayudar a los chicos", comenta su mamá. "Mucho tiempo nos fuimos de misiones con el apostolado de mi escuela de los Legionarios de Cristo a García y a Hualahuises. Nos preparábamos con un mes y siempre decía: '¡yo quiero con jóvenes!'.

"Tenía inquietud por apoyar a los que andaban mal, que algo les faltaba porque no había valores en sus familias".

Josefina explica que el compromiso de su hija con los chicos era tal que lo mismo platicaba con integrantes de pandillas que con chavos con problemas de adicción e ideas suicidas. Alguna vez conversó con uno que...

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