Nuestros grandes rezagos

AutorOctavio Paredes López

En los cincuenta se creó en México el primer centro público de desarrollo tecnológico, que tuvo por objeto apoyar a la incipiente empresa mexicana de procesos y calidad de productos: los Laboratorios Nacionales de Fomento Industrial (Lanfi).

Antes del nacimiento del Conacyt, los Lanfi ganaron prestigio en los campos de química e ingeniería química, tecnología alimentaria y farmacéutica, y en técnicas analíticas, para las que se disponía de los mejores equipos del momento. Una parte del empresariado empezó a recurrir a sus servicios.

Su éxito, basado en el acercamiento con la industria, indujo al establecimiento -en las instalaciones de los Lanfi- de la Asociación de Productores de Celulosa y Papel. Ello mostró que el diálogo entre grupos con intereses comunes, el académico y el empresarial, es altamente provechoso.

Los Lanfi comenzaron a crear pequeños grupos de un nivel técnico básico en algunos estados del país, antes de que el Conacyt naciera y siguiera este mismo modelo.

Como estudiante me tocó apoyar la creación de estos minúsculos grupos en algunas capitales estatales; fue el caso en Guadalajara para la industria alimentaria, el de curtiduría y calzado en León y el de metalmecánica en Querétaro; estos pequeños centros fueron transferidos por los Lanfi al Conacyt. Se crearon también grupos en Chihuahua, para la industria alimentaria, y en Oaxaca, para el desarrollo del mezcal. Ambos desaparecieron, como también desaparecieron en los ochenta los propios Lanfi. Se perdió así el primer centro público tecnológico de América Latina. Nuestra filosofía de arranque y pare no es nada novedosa.

En las décadas citadas del siglo XX y en el siglo actual, el Conacyt ha creado centros en una gran diversidad de campos del conocimiento, como en las humanidades, ciencias sociales y ciencias duras. Sus esfuerzos por acercarse a la sociedad mexicana con estos organismos son plausibles y los niveles de éxito son variables, pero el aprendizaje mutuo entre académicos, el entorno empresarial y otros, es indudablemente provechoso.

Los apoyos a estos centros han sido cambiantes en función de las inclinaciones de los diversos funcionarios del Consejo. Hace pocos años un funcionario del Conacyt, con poco entusiasmo por la ciencia, señalaba que los científicos éramos muy buenos escritores; es decir con una adecuada habilidad para generar artículos científicos y ninguna para el desarrollo tecnológico.

En los últimos meses se han dado a conocer los montos de...

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