La gratuidad del crimen

AutorJavier Sicilia

Quienes los asesinaron y, en el caso de los 43 muchachos de Ayotzinapa, los desaparecieron, lo hicieron porque quisieron y pudieron. El mal no tiene causa. Es, en el sentido inverso de la vida, su antítesis: sorprendente, abismal, gratuito y, por lo mismo, indecible. Intentar comprenderlo sería, dice Primo Levi, justificarlo. Pero también, señala Tzvetan Todorov, "darnos los medios para impedir su regreso". No se trata, entonces, ni de comprender ni de justificar (hay algo en el mal que pertenece -lo he dicho en otras partes- a la negación del sentido, a lo mudo, a lo irreductible a nada), sino de mirarlo de frente para evitar justificarlo.

Elías Canetti, en su ensayo Sobrevivencia y poder, habla de la experiencia de absurda invulnerabilidad que se experimenta frente a un muerto. "El terror que un muerto yacente produce en el ánimo de quien lo mira es sustituido por una satisfacción: el observador no es el muerto. Habría podido serlo, pero quien yace es el otro. El observador está de pie, indemne, incólume". Este hecho, que todos experimentamos, es tan terrible y directo en su verdad, que lo encubrimos con todos los medios posibles. De allí la necesidad de encontrarle siempre un móvil a la muerte, al crimen, al mal.

Sin embargo, esta sensación que avergüenza al común de la gente y que nunca nos atrevemos a confesar, es, observa Canetti, "la situación del poder". Para quien la asume, someter, matar, desaparecer es sentir que su invulnerabilidad aumenta. Al hacerlo, el héroe en la batalla cuerpo a cuerpo, el criminal desde la cobardía frente a un ser inerme siente crecer en él el poder. La gente le teme, se le somete, le habla suplicante. Él mismo amenaza a quien no osa inclinarse ante su presencia. Una vez confesada y aprobada esa satisfacción, "exigirá -escribe Canetti-ser repetida y crecerá rápidamente hasta convertirse en una pasión insaciable. Quien se halla poseído por ella querrá acumularla y se apropiará de las formas de vida social en su entorno poniéndolas al servicio de esa pasión", que es el poder.

Esa pasión, atroz y adictiva, que tiene que ver también con el dinero -otra de las formas que aumentan la experiencia del poder-, puede, como en México, diversificarse y ahondarse por la impunidad. La impunidad no sólo alienta el crimen; hace que la sensación de poder aumente. El 98% o 95% de impunidad -es decir, el hecho de que quien mata tiene sólo dos o cinco posibilidades entre 100 de ser alcanzado por la justicia- lo hace moverse...

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