La guerra en las palabras. La Guardia Nacional y el lenguaje de la pacificación

AutorOswaldo Zavala

Y segundo, la Guardia Nacional -adscrita a la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana- obedecerá a un mando civil y sin fuero castrense para los 35 mil elementos de la Policía Militar y los 8 mil de la Policía Naval, quienes junto con agentes de la Policía Federal y nuevos reclutas integrarán un cuerpo de 80 mil oficiales a finales de 2019.(1)

Aunque estos puntos son cruciales para garantizar el proceso de desmilitarización de la seguridad pública del país, es necesario examinar otro aspecto clave en la creación de la Guardia Nacional: la cancelación del discurso oficial que durante 12 años de supuesta "guerra contra el narco" movilizó a las Fuerzas Armadas por todo el territorio nacional justificando incluso crímenes de lesa humanidad.

En una forma de reiterada narrativa que criminalizó a los sectores más vulnerables del país, ese discurso de guerra legitimó el terrible saldo de más 272 mil asesinatos y más de 40 mil desapariciones forzadas en México.(2)

Ahora que sabemos con mayor certeza que la violencia atribuida a los "narcos" es resultado directo de la estrategia de militarización para supuestamente combatirlos,(3) tenemos el reto de exigir un lenguaje de pacificación que impida a este y a cualquier otro gobierno la creación de nuevos enemigos domésticos; que imposibilite, en suma, una nueva declaración de guerra en contra de la sociedad.

Independientemente de afiliaciones políticas, los críticos de las primeras propuestas para la creación de la Guardia Nacional externaron en su momento, no sin razón, el temor de revivir la profunda herida social de la siniestra "guerra contra el narco". Sus objeciones marcaron con claridad los peligros que conlleva dejar en manos de soldados tareas de seguridad pública que siempre debieron estar bajo una autoridad civil.

"Desmilitarizar militarizando no parecía la mejor receta porque remite a una medicina que no funcionó: la política criminal de los expresidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto -valorada por el crecimiento de las muertes violentas, las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones forzadas- implicó un trágico desastre", observó el académico y periodista Ricardo Raphael.(4)

Pero aun con un mando civil y con el Ejército emplazado para regresar a los cuarteles, es válido señalar, con el analista de seguridad Jaime López Aranda, que el esquema de la Guardia Nacional recién aprobado "operativamente no cambia nada", pues se trata de una corporación híbrida compuesta por soldados y policías que, según él, será "la misma gente que va a hacer exactamente lo mismo".(5)

Aunque merecen ser considerados con seriedad, todos estos reparos permanecen, en mi opinión, en la superficie del problema real: el discurso de guerra que ha fundado el estado de excepción en México. Como explica Giorgio Agamben, el estado de excepción es la función constitutiva de todo Estado moderno, la condición que permite el desborde entre lo inscrito en el derecho y el evento que no puede ser anticipado por la ley.

Ese es el punto ciego de mucha de la crítica, pues sin detenerse en el realismo político del estado de excepción y su discurso de guerra, limita su reclamo a la constitucionalidad de la Guardia Nacional y a la impunidad de los militares suplemen-tando la función de las policías civiles; es decir, al borde mismo del estado de excepción, pero sin adentrarse en él.

Agamben muestra que el...

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