Las guerras culturales

AutorFabrizio Mejía Madrid

"La ruptura de la tradición es cuando el pasado recobra un peso y una influencia antes desconocidos. En cambio, la pérdida de la tradición significa que el pasado ha perdido su transmisibilidad y, hasta que no se encuentre una nueva forma de entrar en relación con él, sólo puede ser, a partir de ese momento, objeto de acumulación."

El régimen del Partido se dedicó a acumular una serie de imágenes que alimentaban una sola forma de nacionalidad: el aguante. Quien aguantaba era hombre, tenía dignidad, refundaba en su postura inamovible la idea misma del régimen único, esa "excepción" que no era dictadura pero tampoco democracia; corrupta pero estable; segura pero represiva. Pero, desde 1968, se da una guerra cultural por la historia, sus imágenes, y sus usos. Eso son los estudiantes desfilando con Zapata y Villa al lado del Che Guevara. Se da una reinterpretación de mitos fundacionales: la Revolución está "interrumpida" o fue "traicionada". Sus bases palpitan en los nuevos movimientos agrarios, fuera del control corporativo, en las comunidades indígenas. Se plantea la representación de Zapata como símbolo de las resistencias -no del aguante- y se les da un espacio imaginario comunitario que resurgió justo en el instante en que se derogó el ejido del artículo 27 de la Constitución. Después de Emiliano Zapata, hay muchos Zapatas.

La libertad para usar las imágenes de la tradición es un triunfo de uno de los bandos en la guerra cultural por los diversos sentidos de lo mexicano. Nadie, sino la derecha, ha querido censurar una obra por su contenido: la Liga de la Decencia exige tapar la desnudez de La Diana Cazadora en 1943; la Legión de Honor Militar y el secretario de Gobernación, Díaz Ordaz, prohíben la exhibición de la película de Julio Bracho basada en La sombra del caudillo en 1960; en el 2000, el caricaturista Ahumada fue censurado por el Yunque por pintar en el ayate, no a la Virgen de Guadalupe, sino a Marilyn Monroe; lo mismo había ocurrido en 1988 con una obra de Rolando de la Rosa, Virgen Marilyn; en 2001, el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, se fue contra Aura de Carlos Fuentes, por su "contenido erótico"; en 2002, Pro-Vida quiso boicotear la película El crimen del Padre Amaro de Carlos Carrera, provocando un éxito de taquilla. En el fondo de la disputa hay dos cuestiones mezcladas. Por un lado, la autonomía de los artistas, curadores o exhibidores sobre lo que piense cualquier espectador. Y, por otro, la idea conservadora de...

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