Las guerrilleras del Kurdistán

AutorAndrés Mourenza

ESTAMBUL.- Lalesin y Evin dejaron atrás el miedo. Estas dos hermanas, de 20 y 19 años respectivamente, han logrado sobrevivir a uno de los momentos más crueles de la guerra provocada por la expansión de las huestes yihadistas del Estado Islámico (EI).

Ahora, el tacto metálico de un viejo fusil kalashnikov entre sus manos y el sentimiento de camaradería de sus compañeras de lucha les infunde el valor necesario para recuperar las vidas que les robó el fanatismo. En junio pasado, tras haber conquistado Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, el autoproclamado califa del EI, Abu Bakr al Baghdadi, decidió unificar "sus posesiones" en territorio iraquí con las zonas capturadas en Siria, para así empezar a cumplir su sueño de crear una gran nación musulmana, borrando las fronteras dibujadas por las grandes potencias europeas al término de la Primera Guerra Mundial, hace ahora casi un siglo.

Para ello, decidió que debía acabar con las bolsas de población aún fieles al gobierno iraquí que se interponían entre Mosul y la frontera, en una parte de la llanura de Ní-nive habitada mayormente por cristianos, yazidíes -minoría kurda que profesa creencias anteriores a las grandes religiones monoteístas de la actualidad- y turcomanos chiitas, todos ellos considerados "herejes" por la simplista visión del islam que imponen los seguidores de Al Baghdadi.

La ofensiva se lanzó en los primeros días de agosto y el ejército iraquí pronto puso pies en polvorosa. Más grave a ojos de los habitantes de la ciudad iraquí de Sinjar, la principal población yazidí de la zona, fue la retirada de los peshmergas, los soldados del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí, a quienes los yazidíes fiaban su protección. Los yazidíes se quedaron solos ante el peligro y todas las llamadas de socorro fueron en vano. Los yihadistas penetraron en la ciudad y perpetraron lo que, según explica a Proceso el doctor Mirza Dinnayi, exasesor de la presidencia iraquí, fue "un genocidio en toda regla" con el objetivo de borrar la presencia de una comunidad religiosa con 4 mil años de historia.

La familia de Lalesin y Evin, como otras decenas de miles de Sinjar, escapó a las montañas para huir de una muerte segura. Sin apenas agua ni alimentos, y pobremente armados -el hermano de estas dos jóvenes fue acribillado mientras defendía la huida de los refugiados-, los ya-zidíes vagaban por las rocosas quebradas del monte Sinjar, alimentándose de higos silvestres y repartiendo los pedazos de pan que...

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