Guillermina Bravo: A cien años de su nacimiento

AutorAlberto Dallal

El gran atractivo que ejerce el arte de la danza en el ser que lo observa, lo siente o lo vive se centra en su capacidad única, excepcional, para remitir al practicante o al espectador al primer acto auténticamente creativo de los seres humanos sobre la faz de la Tierra: su incursión vivificante en el espacio. La danza fue el primer, inesperado arreglo, la concordancia primitiva de los seres humanos (mediante el ofrecimiento de los elementos de su cuerpo) con el espacio que los rodeaba.

Y sigue siendo el arte original, el primer acto artístico: el arte del cuerpo y del alma históricos. Todos los cuerpos humanos, aun hasta la fecha, persiguen su instalación en el espacio cósmico.

Esta elemental concordancia (cuerpo, espacio, tiempo, ejercicio inesperado o voluntad) sigue siendo el primer, básico, fundamental ejercicio artístico o creativo del ser humano. Bailan los niños regocijados o entusiasmados, bailan los cuerpos de los jóvenes henchidos de amor, bailan los integrantes de la fiesta, bailan los desanimados soldados en la huida o en la derrota o también los animados púberes en sus ligeras batallas sugeren-temente cachondas o en su inesperada, desatada orgía.

Durante siglos hemos atestiguado o contemplado o soñado o practicado danzas de la vida y de la muerte. La danza es el arte de horadar o de hacerse del espacio aun involuntariamente. Es una especie de inesperado, a veces instantáneo armisticio entre las partes del cuerpo, del espacio, del tiempo y de los elementos otros, aún más destacados de la danza: el movimiento y su impulso, la relación luz-oscuridad, la forma o apariencia, el observador-participante.

Y con todo, a lo largo de la historia, no ha surgido una ocupación mayormente ungida o desarrollada por especialistas: la danza es el arte de los bailarines. Dentro de su enorme, inasible racionalidad (destreza expresiva naturalmente domada, desarrollada, involucrada) surge inesperadamente lo excepcional, el super especialista: el gran bailarín o la sorprendente bailarina, seres involucrados en y por sus proezas, sus logros, sus cuerpos. Y el que les inventa o mide el tinglado: los coreógrafos. Y asimismo aquellos de ellos, los bailarines que van involucrándose en los avatares y secretos de las danzas (sus "narraciones", sus dibujos, sus entramados, sus acompañamientos, figuras y figuraciones) se convierten en sabios excepcionales porque a la vez son portadores de secretos y sabidurías, técnicas, geometrías, limbos, pasajes, normas...

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