Günter Grass y el arte de traducir sus obras

AutorYetlaneci Alcaraz

BERLÍN.- Decía Günter Grass a los traductores de su obra: "Hagan lo que quieran, sean libres. La exactitud de las palabras que empleo no es tan importante como el ritmo que quiero subrayar en mis textos. Ese es el importante."

El escritor alemán estaba convencido de que un verdadero autor violentaba el lenguaje y dejaba a un lado los clichés y estereotipos. Eso mismo animaba a hacer a los traductores de sus obras.

Así es como Miguel Sáenz, traductor al español de gran parte de la obra de Grass, recuerda la forma de trabajo al lado del Premio Nobel de Literatura y Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1999:

"Nos daba una libertad enorme y nos animaba mucho a hacer nuestras propias traducciones y a considerarlos como nuestros libros", asegura en entrevista telefónica con Proceso.

Desde su residencia en Madrid, Sáenz -quien mantuvo con Grass una relación de trabajo de más de 30 años que derivó luego en una estrecha amistad- habla de la riqueza y complejidad de la obra del escritor alemán. De su pasión por la política y su debilidad por las causas perdidas pero justas. Del amargo trance de aquel 2006 cuando Grass confesó públicamente su pertenencia a las temidas SS del régimen nazi. E incluso de cómo aquella primera edición de 1963 de El tambor de hojalata publicada por Joaquín Mortiz en México fue la única opción para los lectores españoles ávidos de descubrirlo frente a otras traducciones que, en tiempos de censura, se distanciaban del texto original.

Inventor del lenguaje

Günter Grass le daba gran importancia al trabajo de traducción que se hacía de su obra. Mantener una relación cordial y abierta con quienes se encargaban de ello fue prioridad para él y, por eso, cada vez que escribía un nuevo libro convocaba a su grupo de traductores a una reunión que -dependiendo la obra y su extensión-podía durar hasta ocho días.

Ya fuera en las ciudades de Frankfurt, Lübeck o cualquier otro punto de su cartografía personal, durante esos días el escritor se dedicaba a convivir con ellos, leerles su libro y presentar y explicar los pasajes que podrían resultar complejos, como aquellos en los que hacía uso de expresiones dialectales.

"Eran reuniones muy útiles y productivas porque si bien Grass no podía solucionar nuestros problemas, sí señalaba dónde podía haber alguno. Además eran reuniones muy cordiales, de amigos. Él decía que éramos su familia ampliada y eso se reñejó en el resultado del trabajo. De Israel a China sus traducciones recibieron premios porque sus...

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