"Me gustaría recuperar todo lo que perdí"

AutorFrancisco Olaso

BUENOS AIRES.- "Es la Argentina de Leo, no la mía", dijo Jorge Sampaoli el 22 de marzo, antes del partido amistoso de sus dirigidos frente a Italia, elogiando la madurez de Lionel Messi como jugador, la responsabilidad que asume dentro de la cancha y la seguridad que brinda a sus compañeros.

Nacido a la vida y al futbol en Casilda, un pueblo agrícola cerca de Rosario, Jorge Sampaoli asumió la dirección técnica de la selección argentina en junio de 2017. Tenía 57 años. En su país era un desconocido. Su primer objetivo declarado fue propiciar la felicidad de Messi dentro del equipo. Sampaoli ya había demostrado que podía hacer de grupos sin estrellas equipos con sed de éxito.

Su desafío con la albiceleste radica en cómo amalgamar bajo una identidad común al grupo de jugadores con los que cuenta, "todos nor-malitos y un extraterrestre", según se admite en privado en el vestuario argentino.

Jorge Sampaoli tiene varios puntos en común con Lionel Messi. Ambos tienen por pie hábil el pie izquierdo. Ambos se iniciaron como jugadores en las divisiones inferiores de Newell's Old Boys de Rosario. Ambos llegaron a la selección sin acreditar un paso por la Primera División del futbol argentino.

Messi se fue al Barcelona. Sampaoli -un carrilero gris, apto para la lucha- volvió a Casilda, donde una fractura de tibia y peroné lo dejó afuera de las canchas a los 19 años. Al igual que Messi, Sampaoli comenzó a granjearse un reconocimiento futbolístico en el extranjero.

Paga este carácter de outsider, como le tocó sufrir a Messi, con reticencias en la identificación del público. Sampaoli se hizo cargo del equipo argentino cuando la clasificación al Mundial de Rusia pendía de un hilo. Consiguió el objetivo gracias a la convicción de Messi. El aficionado respiró aliviado, pero aún lo mira con escepticismo.

Obsesivo. Ambicioso. Estricto. Determinado. Así definen al Zurdo Sampaoli quienes lo conocen de Casilda, donde creció en un hogar sencillo, padre policía, madre ama de casa. En Chile, país al que le debe y le dio mucho, lo llaman el Hombrecito. Verlo ir y venir sin freno a un costado de la cancha, gritando con voz chillona, puede poner nervioso a cualquiera.

Su catarsis a la vez revela el grado de obsesión y compromiso con el futbol. En 1996, el Argentino de Rosario lo contrató para dirigir el equipo en el torneo de la Primera B. Una foto en el periódico hizo pensar a los dirigentes que él era el hombre indicado. Subido a la rama de un árbol, junto a una...

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