¿Qué hacer con Chapultepec?

AutorFernando González Gortázar

Es evidente que varios funcionarios actuales, tanto federales como de la Ciudad de México, comparten la extendida creencia de que los arquitectos somos unos artículos de lujo al servicio de los ricos, unos elitistas pedantes, costosos y prescindibles. Muy tristemente, esa visión no es del todo falsa: abundan mis colegas que cumplen cabalmente con el estereotipo; el maestro Ignacio Díaz Morales los llamaba "petimetres petulantes", y eso suelen ser.

Pero ni lo son todos el día de hoy ni fue siempre el caso en el pasado reciente, sino al contrario: precisamente, una de las glorias de nuestra arquitectura del último siglo han sido las grandes causas sociales que encabezó, para dotar a este país de una infraestructura al servicio de todos, hasta en los rincones más apartados: la infraestructura de salud, la escolar, las de comunicaciones y vivienda popular, entre otras varias. Una verdadera arquitectura que resolvía problemas ingentes y apremiantes, y aportaba además sólidos valores culturales. Sus logros fueron parciales, pero así es todo en la vida.

Aquel impulso del Estado se apagó, y muchos arquitectos se refugiaron cada vez más en la práctica privada, dejando al grueso de la sociedad sin sus servicios y lastimando seriamente su calidad de vida. Pero una vez más, no fueron todos: aquellos dedicados a la planeación regional, al urbanismo, al paisajismo y a asuntos como la vivienda autoconstruida -todos ellos, parte de la arquitectura-, o simplemente los que trabajan seria y responsablemente, alejados de la "arquitectura espectáculo" que sólo puede ser pagada por el rey Midas, cumplen una fundamental labor social.

Aprender a hacer arquitectura y asumir un compromiso con sus valores -siempre encabezados por el "valor social", según nos enseñaron aunque pocos lo aprendieron: no son muchos los arquitectos que creen en la arquitectura- es una tarea difícil que requiere un arduo y largo entrenamiento escolar y práctico, una estricta y permanente disciplina interior, una militancia ciudadana a través del ejercicio honesto y comprometido de un oficio noble. Hacer ciudad, hacer arquitectura, resolver los infinitos problemas individuales de millones de personas de carne y hueso, preservar y mejorar el medio ambiente, crear identidad colectiva, no es una tarea que pueda improvisarse.

Pero es claro que, para las personas que he citado, todo lo que digo es pura palabrería. La arquitectura está siendo anulada en la obra gubernamental, no se aprecian sus...

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