Hacia la reforma judicial

AutorJosé Ramón Cossío Díaz

Para llevar a cabo la reforma, se dice, habrán de abrirse foros y mesas para recabar informaciones, demandas, ideas, y con ellas formular, supongo, algunas conclusiones que después se hagan normas. Pareciera entonces que lo ya decidido es reformar. Lo que ahora parece estar sometido a decisión, es la materia de ello. Si esto fuera lo pensado, estamos en la curiosa situación en la que el instrumento determinará, por acumulación, los resultados. Si no fuera el caso, sería conveniente, además de decente, señalar de antemano lo que total o parcialmente se quiere lograr con la reforma.

En el contexto actual, ¿qué significa llevar a cabo una reforma judicial? Formalmente, obvio es, modificar las materias, los procesos y los órganos de impartición de justicia en el país. Por ejemplo, ampliar las posibilidades para convertir un número mayor de conflictos en litigios y, concomitantemente, para encontrar las maneras en la que los litigios resuelvan bien y a fondo los conflictos originarios. También, por ejemplo, para encontrar las maneras de conciliar los conflictos para que no se hagan litigios, o para alterar las composiciones de los órganos jurisdiccionales a fin de hacer más eficiente su actuar. Como éstas podría haber muchas y variadas acciones a nivel federal o local, en muchas materias y sentidos, para lograr que aquello que se realice merezca ser nombrado como reforma judicial.

Antes de convocar a foros, y con independencia de si habrán de ser auténticos o terminarán por ser meros espacios de legitimación de lo ya decidido y no comunicado, conviene tener en cuenta varias cosas. La primera de ellas es la situación actual del mundo judicial mexicano. La misma es, ya se sabe, reminiscencia del pasado, pero no por ello asunto menor. En este momento y sin emprender nuevos y profundos cambios, muchos temas están en proceso de realización o francamente atorados. Los procedimientos penales no van bien. No terminan por ser aquello que desde 2008 imaginaron sus constructores. La impunidad que el sistema penal propicia es inmensa. No todo, pero sí mucho, se debe a las bajas condiciones personales y materiales del juzgar. Para remediar estos males, tal vez como parte de la anunciada reforma, se habla de darle una cepillada al sistema acusatorio para volver, tanto como se pueda, al inquisitivo. Ese del que tan enfáticamente quisimos separarnos por todo lo que no hacía y también por todo lo que provocaba.

En una situación semejante a la penal, están las cuestiones procesales relacionadas con las materias laboral, civil y familiar. De la primera, hay ya grupos trabajando en los aspectos conciliadores y menos, aun cuando algo, en los estrictamente jurisdiccionales. Los trabajos van, aun cuando los días corren y los plazos se reducen. Más grave es la...

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