Hambrientos, aterrados y enfermos

AutorSimon Romero, Zolan Kanno-Youngs, Manny Fernandez, Daniel Borunda, Aaron Montes y Caitlin Dickerson

CLINT, TEXAS.- Desde que la Patrulla Fronteriza abrió su estación en Clint, Texas, en 2013, se convirtió en un elemento esencial de esta ciudad agrícola del oeste de Texas. Separado de los campos de algodón y los pastizales por una cerca de alambre de púas, el centro se estableció en la carretera principal, cerca de una tienda de alimento para ganado, la Iglesia apostólica Buenas Noticias y la tortillería La Indita.

La mayor parte de la gente de Clint sabía muy poco sobre lo que ocurría adentro. Los agentes iban y venían en camionetas; los autobuses se estacionaban cerca de los portones, a veces llenos de niños capturados en la frontera, seis kilómetros al sur.

Sin embargo, dentro de las instalaciones que ahora están en la primera línea de la crisis de la frontera suroeste de Estados Unidos, hombres y mujeres que trabajan ahí estaban lidiando con una pesadilla.

Brotes de piojos, herpes y varicela se esparcían entre los cientos de niños detenidos en estrechas celdas, dijeron los agentes. El hedor de la ropa sucia de los menores era tan fuerte que impregnó la de los agentes -la gente de la ciudad se tapaba la nariz cuando se los encontraba-. Los niños lloraban constantemente. Parecía tan probable que una niña se suicidara, que los agentes la obligaron a dormir en un catre frente a ellos para que pudieran verla mientras procesaban a los recién llegados.

"Llega un punto en el que comienzas a volverte un robot", dice un veterano de la Patrulla Fronteriza que ha trabajado en la estación de Clint desde que se construyó. Asegura haber recibido órdenes de quitarles las camas a los niños para hacer más espacio en las celdas, parte de una rutina diaria que, según él, se ha vuelto "desoladora".

El poco conocido centro de la Patrulla Fronteriza en Clint de pronto se ha convertido en la fachada oficial del caos de la frontera sur de Estados Unidos, después de que abogados de inmigración comenzaron a informar sobre los niños que veían -algunos de ellos, de cinco meses- y las condiciones existentes en los centros, sucios y hacinados, donde los tenían retenidos.

Los líderes de la Patrulla Fronteriza, entre ellos Aaron Hull, el director del sector de la agencia en El Paso, rebatieron las descripciones de condiciones denigrantes dentro de Clint y otros sitios de detención de migrantes en todo El Paso, y afirmaron que sus centros eran gestionados de manera rigurosa y humana, incluso después de una serie de muertes de niños migrantes que se encontraban bajo custodia federal.

Sin embargo, una revisión de las operaciones de la estación de Clint muestra que los directivos de la agencia supieron durante meses que algunos niños no tenían camas, ninguna manera de limpiarse y a veces pasaban hambre. Sus propios agentes habían...

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