Cuando el hartazgo sale a las calles

La nueva ola de protestas en Irán, originada aparentemente en una pequeña manifestación en la ciudad de Mashhad el 28 de diciembre, ha dejado al menos 21 muertos y los principales actores políticos se encuentran inmersos en la confusión.

En pocas horas, ese evento impulsado por una facción conservadora para presionar al gobierno de Hasán Rouhaní, identificado con el ala reformista, se convirtió en una cama de leña seca de descontento.

Las palabras del vicepresidente Eshaq Jahangirí están resultando proféti-cas: "Esos que están actuando contra la administración deberían saber que el humo de sus acciones se les va a meter a sus propios ojos", dijo al día siguiente.

Y añadió: "Cuando se da inicio a movimientos callejeros, otros se van a montar sobre ellos, y aquéllos que los empezaron no son quienes van a terminarlos".

Dentro de los dos grandes bandos de la República Islámica que están tradicio-nalmente en pugna, se tropiezan voces a favor y en contra de las protestas, a pesar de que el líder supremo del país, el ayato-la Alí Jamenei, declaró el martes 2 -cinco días después de la movilización- que "los enemigos de Irán se han unido y están utilizando todos sus medios" en su contra.

El miércoles 3, los Guardianes de la Revolución, el principal poder armado, anunciaron estar listos para reprimir las movilizaciones. Ese día y el siguiente hubo una campaña de contramanifestaciones en apoyo al régimen de Rouhaní.

El anterior brote de insurrección civil fue contra el fraude en los comicios presidenciales de 2009, sofocado brutalmente. El resultado: 72 muertos y más de 4 mil detenidos, muchos de ellos sometidos a tortura.

El "movimiento verde" de aquel año tuvo orígenes claros: la molestia por la manipulación de los resultados electorales y por el liderazgo de los candidatos presidenciales Mir Joseín Musaví y Mejdí Karrubí, de los cuales se desprendió una estrategia definida.

Ahora no hay jefes ni planes reconocibles, lo cual genera ventajas y desventajas a los manifestantes: por un lado, la falta de líderes (Musaví y Karrubí llevan ocho años incomunicados en prisión domiciliaria) hace imposible descabezarlos; por el otro, es sumamente complejo definir los siguientes pasos.

Para los enemigos de Irán, en todo caso, el caos abre una gran oportunidad: Israel, Arabia Saudita y Estados Unidos han expresado su apoyo a las protestas. En contraste, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, advirtió que el tono utilizado por esas tres potencias "podría...

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