Un hermoso caso de longevidad

AutorSamuel Máynez Champion

Por razones que la ciencia no acaba de esclarecer, el cultivo de la buena música, en su quehacer práctico, coadyuva a prolongar la vida del ser humano. Y por razones aún menos claras, sobresale entre los gremios de ejecutantes el de los pianistas quienes, casi por norma, alcanzan edades asombrosas en plenitud de facultades.

No hay Alzheimer o desmemoria en sus horizontes. El legendario Arthur Rubinstein (1887-1982) se retiró de los escenarios a los 90 años y no porque ya no pudiera tocar, sino por la ceguera. Moriría a los 95 haciendo música para su círculo íntimo. Por no hablar de la trayectoria de Mieczyslaw Horszowski (1892-1993), quien tocó su último concierto a los 100 años, falleciendo unos meses más tarde, después de haber impartido una lección de piano. ¿Dónde reside la explicación de tales proezas? ¿Qué beneficios aporta el ejercicio del arte sonoro y, más en concreto, cuáles son las ventajas de la ejecución del piano sobre el resto de los instrumentos?(1)

Las respuestas más socorridas son que los pianistas mueven en profusión todos los dedos de ambas manos, que desarrollan sus habilidades sentados cómodamente, que usan el peso de sus brazos a favor de la gravedad y que son aquellos que manejan mayor número de notas por segundo que los demás. Podría argumentarse en contra que si esas son las premisas, deberían encontrarse ejemplos análogos de ancianidad en los arpistas o los guitarristas, empero, aunque los tres están obligados a tocar sentados, los primeros no usan los meñiques y los segundos hacen uno muy disparejo de sus dedos: el pulgar de la izquierda prácticamente no lo emplean, como tampoco el meñique de la derecha.

Y lo mismo vale para los individuos que tocan instrumentos de aliento, no usan todos sus dedos y aunan el riesgo de abusar de sus capacidades pulmonares. Para este gremio, el promedio de vida activa es de 72 años, tres menos del promedio deparado a los violinistas, que son los más sacrificados de la familia de las cuerdas frotadas.(2) Están éstos siempre en vilo contra la gravedad, su postura es un atentado contra la anatomía y es categórica la disparidad en el empleo de sus dedos. Con sólo cuatro de ellos deben urdir sus tejidos melódicos, mientras que los del arco los usan de forma estacionaria.(3)

Mas, ¿dónde nos llevan estas consideraciones? A postular con llaneza que, al mover de forma extensiva y homogénea todos los dedos de ambas manos, se crea y se logra un amplio funcionamiento de las redes neuronales...

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