La historia según Soberón

AutorGuillermo Soberón

Cuando el Ejército entró a Ciudad Universitaria, en 1968, pegué un brinco y dije: "¡Mis ajolotes!" Busqué al general Toledo, que jefaturaba el contingente militar; y le expliqué que cultivábamos ajolotes y que había que alimentarlos. "Mire, doctor -me dijo- entiendo su problema, pero estamos muy cuidadosos de que no vayan a causarse otros estropicios y que esto se escale. Voy a permitir que vengan a hacer esta labor usted y una persona que lo acompañe, pero nadie más, porque si no esto rueda y se pierde el control, es muy riesgoso." Y así fue. Durante el tiempo en que permaneció ocupada la Universidad, estuvimos pegados atendiendo a los animales. Me hacía acompañar de Quirino, que entonces trabajaba en el laboratorio, y entre los dos hacíamos la talacha de limpiar a los animales, darles de comer, etcétera...

El clima imperante en la UNAM durante 1972 fue el desquiciamiento institucional y la violencia por doquier. El conñicto de 1968 y el anterior de 1966, que ocasionó la caída del rector Ignacio Chávez, dejaron una secuela de inestabilidad alentada por grupos organizados ex profeso, para ocasionar disturbios en el campus universitario. Hubo intentos anarquizantes para ocupar posiciones académicas sin cumplir con los requisitos exis- I tentes y enclaves de activistas que enarbo- I laban las más variopintas y bizarras causas, principalmente en Economía, Ciencias Políticas y Filosofía y Letras. Además, las organizaciones verdaderamente criminales sentaban sus reales en el campus y, bajo un ropaje ideológico y al servicio de intereses antiuniversitarios, estaban dispuestas a todo con tal de subvertir el orden mediante tácticas que llegaban a la acción terrorista. Hay que recordar que eran los tiempos en que se dejaba sentir la Liga Comunista 23 de Septiembre, de carácter terrorista y totalmente fuera de la ley. No faltaban tampoco los delincuentes del orden común, que hacían su agosto en un espacio carente de seguridad. Todos estos factores contribuían a poner a la institución en jaque permanente. A este caldo de cultivo se sumó la exigencia de normalistas de ser admitidos en la Universidad sin cumplir con los requerimientos de admisión. A través de ruidosas manifestaciones y plantones, y asaltos a la rectoría, exigían su ingreso al margen de los reglamentos de Inscripciones y de Incorporación y Revalidación de Estudios, esgrimiendo "argumentos" como el de que los estudios cursados en la Escuela Normal eran equivalentes a los de bachillerato y, por tanto, tenían el derecho de ser admitidos en las licenciaturas de la UNAM. De acuerdo con la legislación universitaria, tal interpretación no era sino una hueca bandera de lucha. El rector Pablo González Casanova, con razón, negó sus pretensiones con fundamento en la normatividad vigente.

Hay una anécdota que revela claramente la situación que se vivía. Estaba yo un día en la Torre de Rectoría, a fin de desahogar mi acuerdo convencional con el rector desde mi posición como coordinador de la Investigación Científica. Discutíamos algún asunto en su despacho, cuando se escuchó un ruido creciente, como el que produce una turba. Uno de los ujieres se presentó, con poco disimulada agitación, para decirnos que unos cincuenta sedicentes estudiantes habían vencido la resistencia que les impedía el paso y habían ocupado la sala Sor Juana Inés de la Cruz, contigua al despacho del rector. Muy molesto por la situación, Pablo me dijo: "Ya...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR