Una historia de usurpación

AutorTémoris Grecko

El camino de Juan Orlando Hernández hacia la toma y consolidación del poder en Honduras dibuja a un caudillo individualista que avasalla instituciones y traiciona a antiguos aliados por la sola fuerza de su personalidad y su colmillo político.

Según el informe sobre Honduras titulado "Las instituciones del gobierno que han sido corrompidas para servir a los fines de la red", publicado en mayo pasado por el think-tank estadunidense Carne-gie Endowment for International Peace, el presidente Hernández y su antecesor, Porfirio Lobo, representan los intereses de un entramado de trasnacionales y sectores de la oligarquía local que se apoderó de las actividades económicas del país, usando los poderes del Estado y rediseñando las leyes a su conveniencia.

Por el lado opuesto, la actuación de diversas corporaciones de policía -que saltaron a las pantallas de la televisión global al negarse a acatar las órdenes de reprimir al pueblo- da la impresión de que agentes con conciencia social forman una alternativa política al poder de la red; en realidad -según informes internacionales como el del Carnegie Endowment for Human Rights- están vinculados a uno de los principales sectores que escapa al esquema de esa red hegemónica y actúa como contrapoder: el de las pandillas criminales que imponen el terror en las calles.

En este escenario bipolar, la sociedad hondureña queda en situación de elegir entre esos dos males.

La Alianza Opositora contra la Dictadura, que presentó como candidato presidencial al conductor de televisión Salvador Nasralla, se forma como coalición entre una izquierda sistemáticamente sometida a abusos (la del partido Libre, del expresidente Manuel Zelaya, derrocado por un golpe de Estado en 2009), y una derecha que, ante la conquista progresiva de la nación por la red de Juan Orlando Hernández (JOH), se ha visto arrinconada, la del Partido Anticorrupción, al que pertenece Nasralla.

La reelección de JOH en los comicios del pasado 26 de noviembre, que se pretende sustentar en resultados que invirtieron su tendencia tras una inexplicada caída del sistema de cómputo, quedó en suspenso a partir de varios hechos:

Primero, los datos finales fueron denunciados como inverosímiles por la oposición, los observadores, organismos internacionales (incluida la OEA) y gobiernos extranjeros. Después, el toque de queda que quiso imponer el gobierno fue roto por las protestas populares y quedó claramente inaplicable desde el lunes 4, cuando los cuerpos policiacos de élite Cobra y Tigre, seguidos de la Policía Nacional, anunciaron su insubordinación ante las órdenes presidenciales. Posteriormente, el miércoles 6...

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