Historia de una vileza
Autor | Jaime Porras Ferreyra |
MONTREAL, CANADÁ.- Canadá cometió "genocidio cultural" en contra de los pueblos autóctonos que pueblan su territorio, pues "destruyó o se apropió de todo aquello que permite a un grupo existir: sus instituciones, su tierra, su lengua, su cultura y su vida espiritual".
La expresión más clara de ello ocurrió en 139 internados que funcionaron de 1876 a 1996 y en los cuales se cometieron abusos en contra de 150 mil infantes y adolescentes de entre 6 y 16 años de edad pertenecientes a dichos grupos autóctonos.
Tales señalamientos aparecen en un informe presentado el martes 2 en Ottawa por la Comisión de Verdad y Reconciliación encargada de investigar los atropellos contra indígenas del país que fueron obligados a vivir en esos internados.
Con la adopción en 1876 del Acta India, el gobierno canadiense estipuló, entre otros puntos, que los niños de las comunidades indígenas pasaran a la tutela del Estado. Para ello construyó una red de internados en todo el país con el fin de asimilarlos por la fuerza a la vida moderna, eliminando la influencia de los padres y de los pueblos de origen en su desarrollo cultural, intelectual y espiritual.
El dinero provenía del gobierno federal, y la administración de estos centros estaba en manos de diversas congregaciones religiosas, cerca del 75% del total a cargo de la Iglesia católica. De septiembre a junio, los jóvenes debían vivir en estas instituciones, donde se les enseñaba un oficio, educación básica y doctrina cristiana.
Algunos testimonios recogidos en el informe expresan agradecimiento hacia estos centros, pero la mayoría de los exalumnos recuerdan escenas funestas.
"Mis padres lloraron cuando las autoridades vinieron a buscarme"; "nos desnudaban y nos lavaban con cloro"; "los internados estaban muy alejados de nuestras comunidades", son frases que describen los momentos en que los indígenas llegaban a esas instituciones.
Pero el horror no concluía ahí. Muchos de los antiguos estudiantes hablan de castigos físicos y de abusos sexuales por parte de religiosos, vigilantes y profesores, al igual que de horas interminables de trabajo.
También la Comisión ha documentado cerca de 3 mil 200 muertes por enfermedad o por oscuras razones en estos internados. En varios de los casos, los cuerpos nunca fueron entregados a los deudos.
Historiadores y miembros de la Comisión coinciden en su diagnóstico: las condiciones de vida eran muy deficientes, la enseñanza resultaba sumamente limitada y se aprovechaba la mano de obra de los alumnos para cumplir con trabajos que nada tenían que ver con su capacitación. Y en todo esto destacaba como política general inculcar el menosprecio a sus culturas originarias.
"Me ponían jabón en la boca si hablaba en mi idioma"; "los curas se burlaban de las creencias de mis padres"; "llegué a odiar el haber nacido en mi comunidad", queda expresado en diversos testimonios recopilados por la Comisión.
Depresión, ansiedad, drogadicción, alcoholismo, suicidios y violencia familiar han sido vinculados con la experiencia en los internados. Las palabras de los antiguos alumnos así lo confirman...
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