"Soy el hombre que desencadenó la guerra"

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS.- Alfred Naujocks lo disimulaba, pero la mañana del 5 de agosto de 1939 una sorda inquietud lo invadió cuando Reinhard Heydrich lo recibió con una sonrisa cordial en la amplia oficina de su cuartel general, en la calle Prinz Albert, en el corazón de Berlín. Era la primera vez en cinco años que veía sonreír a su superior.

Alto, rubio, altanero, elegante, extremadamente frío, Heydrich encabezaba el Servicio de Inteligencia (SD) de las implacables Escuadras de Protección (SS) y encarnaba hasta la caricatura el ideal ario. Adolfo Hitler se refería a él como el "hombre de corazón de hierro" y solía confiarle las misiones más siniestras. Junto con Heinrich Himmler, su jefe directo, fue el gran organizador del Holocausto.

Naujocks controló la respiración cuando Heydrich le anunció: "Alfred, tengo algo que parece haber sido concebido para usted". Era la primera vez que su jefe lo llamaba por su nombre.

Naujocks siguió fingiendo impavidez mientras Heydrich sacaba una carpeta del cajón de su escritorio, al tiempo que le confiaba en tono misterioso: "Operación Himmler... No me pregunte por qué se llama así. La idea no es de él. La orden viene directamente de arriba".

Arriba del reichsfuhrer-SS Himmler -quien a mediados de 1939 empezó a ejercer un control férreo sobre todo el sistema policiaco y de inteligencia nazi-sólo estaba Hitler.

Con un gesto de la cabeza Heydrich invitó a Naujocks a sentarse. Ya no sonreía. Su mirada se volvió dura, y el tono de su voz, tajante. Habló de una misión que rebasaba todas las que hasta la fecha le había tocado cumplir: "El riesgo de ser descubierto es demasiado grande y sería el peor crimen que podríamos cometer. Sea como sea, el fuhrer considera esa misión altamente prioritaria y no está dispuesto a soportar que se cuestione ni que se modifique su plan".

Heydrich miró fijamente a Naujocks, quien guardó silencio. "Se trata de Polonia. Muy pronto estaremos en guerra contra Polonia", anunció.

Naujocks calló. "Pero primero debemos tener un motivo, un pretexto para entrar en guerra. Y es precisamente para eso que lo necesito. Como bien sabe, en los últimos meses se dieron decenas de incidentes exasperantes en la frontera. Pero nada serio. En pocas palabras, nada que pueda prender el polvorín. Por lo tanto, nosotros mismos vamos a encender la mecha".

Naujocks recobró el uso de la palabra: "¿Y a mí me toca prender el cerillo?", preguntó.

Heydrich se levantó, caminó hacia un amplio mapa pegado en la pared y señaló la pequeña ciudad alemana de Gliwice, a escasos kilómetros de la frontera con Polonia.

Esta escena se inspira en el libro Naujocks, el hombre que desencadenó la guerra, publicado en 1960 por Gunter Peis, periodista e historiador austriaco que logró convencer al exmayor de la SS de contar su vida.

Según explicó Peis -fallecido en 2012-en la conclusión de su libro, recoger el testimonio de ese personaje y luego cotejar sus afirmaciones en los distintos países de Europa donde cumplió misiones turbias fue una tarea ardua a la que dedicó tres años de su vida.

Naujocks revisó el manuscrito de Peis, lo aprobó y escribió un asombroso prefacio en el que se mostró más seguro de sí que 20 años atrás, en la oficina de Heydrich: "Soy el hombre que desencadenó la guerra. ¿Pretensión inverosímil? Pues no. Soy efectivamente aquel que en 1939 prendió el polvorín en Europa", fanfarroneó.

"Hoy mucha gente afirma categóricamente que ningún Sarajevo precedió a la Segunda Guerra Mundial. Es una grave equivocación. Hubo un incidente preciso que provocó la reacción en cadena de violencias y masacres, y ese incidente fue obra de un...

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