"El hombre que mató a Don Quijote"

AutorJavier Betancourt

De tanto embrollo salieron dos documentales, Perdido en la Mancha (2002), el mejor de ellos.

Como tela de fondo, el tormento del proyecto de Orson Well sobre Don Quijote (30 años y la obra quedó inconclusa), por eso los admiradores de Terry Gilliam aplauden que por fin haya realizado su propia versión, El hombre que mató a Don Quijote (The Man Who Killed Don Quixote; España-Bélgica-Portugal-Reino Unido; 2018), como si hubiese ya roto con una maldición.

El resultado, sin embargo, es disparejo, apasionante y divertido por momentos; en otros, llega a ser irritante por lo embrollado de la narración.

Toby (Adrian Driver), frustrado y poco inspirado, está haciendo un comercial en España en el que figuran Don Quijote y Sancho Panza; para estimularlo, su jefe le presenta un gitano quien le da un DVD que resulta ser El hombre que mató a Don Quijote, la película en blanco y negro que el mismo Toby filmó; lleno de nostalgia, se escapa disfrazado de gitano al pueblo llamado Los Sueños donde rodó 10 años atrás, y ahí encuentra que Javier (Jonathan Pryce), el zapatero que encarnó al Quijote, vive convencido de ser el mismo Don Quijote.

La acumulación de conjunciones, inevitable para resumir un tanto la trama, da cuenta de las cajas chinas, cine dentro del cine e historias dentro de historias, con lo que Terry Gilliam arma un laberinto de referencias a la novela, alusiones a la postura del director rabiosamente anti-Hollywood y anti-Bblockbuster que ha sido siempre, y propone sentidos posibles que oscilan entre la realidad y la fantasía, entre sueño...

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