Hong Kong, a un paso del caos

AutorAdrián Foncillas

BEIJING.- Hong Kong se acerca al tercer mes de protestas sin ningún indicio que permita el optimismo. Policía y activistas han acentuado su violencia, la sociedad muestra una fractura inédita y creciente, sufre la economía y la reputación de la capital financiera, el gobierno local está sobrepasado y la capital china espera inútilmente que los días agoten el brío juvenil, porque cualquier actuación sólo agravaría la crisis.

Los activistas antigubernamentales tomaron el aeropuerto esta semana en el más audaz de sus desafíos hasta la fecha. Lo sumieron en el caos durante dos días, provocaron la cancelación de cientos de vuelos y dejaron en tierra a miles de pasajeros. La conquista de las instalaciones dejó numerosas escenas de máxima tensión con los iracundos viajeros y las confrontaciones con los turistas del continente fueron especialmente virulentas. Los activistas maniataron a un ciudadano chino tras identificarlo como un policía de paisano, lo golpearon y mantuvieron inmovilizado durante horas sin permitir que fuera atendido por los médicos, a pesar de que se desmayó dos veces.

Un periodista de un medio oficial chino sufrió un trato similar. Hubo llantos, histeria, peleas e impunidad a raudales sin que acudiera un policía. Fue finalmente al anochecer del segundo día cuando los primeros agentes decidieron entrar y se desató la previsible batalla campal. Unos activistas le quitaron la porra a un uniformado y le dieron una paliza terrible hasta que tuvo que desenfundar su arma para ahuyentarlos.

El aeropuerto, que ejerce de nudo asiático y global, recibe a más de 200 mil pasajeros diarios. Es el primero del mundo en carga y el octavo en viajeros. Su bloqueo, ubicuo en las portadas mundiales, torpedea el turismo y su fama de eficiente capital financiera. Falta tiempo para calibrar la factura económica, pero es conocido el efecto devastador de las turbulencias sociales sobre viajeros e inversores.

La virulencia de los activistas subrayó la alarmante deriva vandálica de un movimiento que había nacido con admirables protestas pacíficas. "Sacamos a millones de personas a la calle en manifestaciones y el gobierno no nos escuchó. No me gusta la violencia pero no nos han dejado otra opción, estamos desesperados", señaló la vein-teañera Sonia durante la reciente huelga general. "Es ahora o nunca, estamos ante la revolución de nuestra generación", añadió.

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