Horror austríaco

AutorJavier Betancourt

Cuando la mamá (Susanne Wuest) regresa a casa después de una cirugía reconstructiva, Elias y Lukas (Elias y Lukas Schwarz), hermanos gemelos de 10 años, no la reconocen; los desconcierta el rostro cubierto de vendas, la frialdad, el rechazo a hablar con Lukas, las extrañas reglas como guardar silencio y mantener la casa en penumbras. A estos chicos llenos de vida que corren entre las milpas, viven saltando y coleccionando cucarachas gigantes, les sobran recursos e ideas para someter a la supuesta intrusa y obligarla a confesar quién es en realidad.

El cine de horror es un género rarísimo en la filmo-grafía austríaca; Funny Games (Haneke, 1997), estrictamente un thríller psicológico, es el título que salta en la mente del cinefilo cuando los niños empiezan a practicar todo tipo de atrocidades contra su víctima; pero los directores se declaran más afines con la obra Ulrích Seidl y su naturalismo clínico que pinta la realidad como un inferno; el resto, como las imágenes emanadas de Los ojos sin rostro (Georges Franju), serían asimilación inconsciente.

Filmada desde la perspectiva infantil, Dulces sueños, mamá estremece precisamente por todo ese material oscuro que se escapa de la dirección; el entusiasmo de los directores por hacer una película de espanto austríaca los precipita a cometer ciertas trampas en un género que no las perdona, como la de negar al final la premisa con la que arrancan. El punto de vista del niño termina por confundirse con el del autor. De esta manera, el proceso de extrañamiento del entorno, que se ensombrece con las persianas...

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