La hospitalidad

AutorFabrizio Mejía Madrid

Ofrecer hospitalidad es hacerlo a alguien que nos es ajeno y cuya tragedia nos cuestiona. El extranjero le hace una pregunta al dueño de la casa sobre su propia condición de anfitrión. Por eso, quien es hospitalario permite que se le cuestione. Quien es hostil se niega a perder su equilibrio.

En 1996 el filósofo Jacques Derrida dio una serie de conferencias sobre la idea de las ciudades-refugio en Europa. Eran los años de la integración cultural que, entre otros, causó una celebración de parte de Umberto Eco a la Torre de Babel en la que podrían convertirse.

Hoy, que se expulsa a los sirios, se detiene a los marroquíes y se encarcela a los africanos en campos, queda la frase "todo acto de hospitalidad es necesariamente poético". Es la expresión con la que Derrida cerró sus reflexiones. Viene a cuento por lo sucedido esta semana con el campo de concentración de niños mexicanos y centroamericanos en Texas, separados de sus padres.

Después de hacer una historia de la hospitalidad en las ciudades griegas y romanas de la antigüedad, y detenerse en la orden que Dios le da a Moisés en el relato de la Biblia, para acoger a los que huyen de la injusticia, Derrida embiste nuestras nociones hipócritas sobre el asilo: le damos la bienvenida a los otros sólo cuando justifican una persecución política, y rechazamos a los que vienen a nuestro pórtico por simple hambre.

Hacemos una distinción entre asilo político e inmigración económica porque, de entrada, queremos que los otros no sean tan ajenos. En las políticas de la amistad, al exiliado célebre se le prefiere por encima de la horda pobre y anónima.

Para ellos, hay dos policías: los ministerios que autorizan el asilo individual y las patrullas fronterizas que ejecutan redadas masivas. La hospitalidad no puede ser sino un acto poético por eso, porque es una disposición ética a aceptar el cues-tionamiento del otro: ¿al deber de la hospitalidad le corresponde un derecho del extranjero a recibirla? ¿Qué tan tuya es tu casa? Si todos los hogares son parte del mundo y todos somos iguales como seres humanos, ¿no todos deberíamos poder afianzarnos en cualquier lugar?

Los "sin Estado", como los llamó Hannah Arendt, administrados por las policías "sin fronteras", están a merced de la hospitalidad de los que actúan por debajo de las leyes, debajo del radar de los gobiernos y sus policías. La hospitalidad es la que hace de las iglesias, por ejemplo, un santuario apartado de las leyes de afuera, o de las ciudades...

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