Ignacio Asúnsolo, notable retratista

AutorRaquel Tibol

Las primeras clases formales las tomó Asúnsolo en Chihuahua; pero cuando el gobierno de esa entidad lo beca se traslada a la Ciudad de México e ingresa a la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde fueron sus maestros Arnulfo Domínguez Bello, José María Velasco, Leandro Izaguirrey Enrique Guerra, este último muy desarrollado como escultor dentro de una tendencia neoclásica, aunque en Asúnsolo se dio desde entonces una marcada predilección por Rodin, y una persistencia en el modelado. Cuando en 1938 sufre un grave accidente automovilístico en compañía de su madre, a pesar del deterioro físico, ella le pide un poco de arcilla, pues con una sola mano quiere modelar tres figuras para regalárselas a su hijo antes de una cruel agonía que culminó el 11 de enero de 1940. La otra tragedia que casi lo lleva a una depresión maligna fue el fallecimiento de Enrique, su único hijo, en un accidente de aviación el 10 de mayo de 1961, tiempo en que la colaboración entre el joven arquitecto y el escultor se había vuelto tan grata como estrecha.

Ignacio tenía sólo veinte años de edad cuando le encargan el retrato de Porfirio Díaz en un medallón a la cera, molde básico para una correspondiente edición. En una existencia de 75 años, fue un trabajador prolífico, incansable, muy dotado, en cuya producción de monumentos, alegorías, composiciones simbólicas, sobresale como uno de los retratistas más notables en la escultura mexicana del siglo XX: personalidades públicas, intelectuales, mujeres sobresalientes, personajes típicos de las clases populares, sobre todo obreros.

Pensionado por el gobierno en 1919, pasa una primera temporada en Madrid; después en París ingresa L'Eccole de Beaux Artes y recibe influencias directas de Aristi-de Maillol, Charles Despiau y Antoine Bour-delle. Contrae matrimonio en 1921 con la adolescente (16 años) Mireille Marthe Ba-rany. Regresa a México convirtiéndose en el escultor más apreciado por el Secretario de Educación Pública José Vasconcelos, quien quedó encantado con el grupo que remataba la fachada del nuevo edificio, constituido por Apolo, Dionisio y Minerva, la divina, considerada por el funcionario como antorcha y patrona de su dependencia.

La relación con el presidente Álvaro Obre-gón se hizo muy estrecha cuando obtuvo en 1924 el primer premio (18,000 pesos) por la propuesta para las esculturas que debían complementar el Monumento a los Niños Héroes, que el presidente quería inaugurar antes de que concluyera su periodo de...

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