Ignominia anunciada

AutorJavier Sicilia

Dicho pudrimiento, como lo dice Jean Robert, no está tanto en las personas -aunque no hay que desdeñarlo: Las traiciones de Calderón y de muchos funcionarios públicos y miembros de los partidos que no han dejado de usar la vida política para someterla a sus intereses y a su ceguera, nos han hecho muchísimo daño- cuanto en la reducción de la democracia a un asunto electoral que han hecho muchos ciudadanos.

Bajo el peso de la propaganda, cada ciudadano tachó su voto en cinco o 10 minutos para, en realidad, acotar su poder y entregárselo a ciertas minorías que lo ejercerán en representación de todos -Peña Nieto, por ejemplo, si se valida su ignominiosa elección, gobernará con 30% del electorado, y no sería distinto si hubiese ganado en las boletas cualquier otro.

Este absurdo hace que las minorías elegidas le nieguen el derecho a las minorías perdedoras a protestar, que se genere una polarización tan atroz como inútil y que la democracia se vacíe de contenido. "Las mayorías -escribía Gilles Deleuze, señalando la manera en que las democracias se han corrompido- no son nadie; las minorías son cualquiera".

Una verdadera democracia no puede prescindir ni de la proximidad ni de la "projimidad", como lo hacen las comunidades indígenas y los movimientos sociales apartidistas; no puede tampoco prescindir de la proporción, es decir, de tamaños apropiados para ese ejercicio de proximidad. Cuando se prescinde de ello -de lo que nosotros llamamos tejido social-y la democracia se reduce al voto y a sus consecuencias: el gobierno de los intereses de una minoría, la democracia se vuelve una ficción, una cortina de humo, una simulación en la que lo único que existe es la experiencia de lo intolerable, cuyo rostro en México son las víctimas tanto de la guerra como de las comunidades que día con día, bajo el poder de esas minorías y de sus intereses, van perdiendo su cultura, su tejido social, su capacidad autogestionaria y su fuerza para limitar el poder, sea del crimen o de los gobiernos.

Esa forma de la democracia que destruye cualquier proximidad y "projimidad" es en realidad, dice Jean Robert, una "teledemocracia", una ilusión democrática, una democracia corrompida que ya entró en crisis en todo el mundo, que tiene el rostro de la ignominia anunciada y que lo único que genera es frustración, encono y resentimiento.

Lo que nos queda, frente a esta realidad, no es la disputa por el...

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