¿Incertidumbre o esperanza?

AutorErnesto Villanueva

Por lo anterior, es comprensible que haya dudas e incertidumbre, puesto que hay un cambio de paradigma, con énfasis primordial en el bienestar de la mayoría de la población; al menos eso plantea el nuevo discurso y las primeras acciones de Estado. En un hecho inusitado, AMLO empezó a cogobernar de facto desde el segundo día de su aplastante triunfo electoral. Sus detractores esperaban que este interregno fuera un espacio de tiempo para su desgaste político; incluso una cantidad apreciable de medios ha maximizado sus errores y minimizado sus aciertos.

Lo cierto es que, con todo, AMLO llega con un altísimo nivel de popularidad, lo que le confiere una legitimidad nunca vista en el México contemporáneo. Sería conveniente que ese apoyo popular se convirtiera en una red de protección en el tránsito de un gobierno al servicio del statu quo hacia uno que ponga en la sociedad su razón de ser. Es verdad que en estos meses ha habido errores por parte de quienes acaban de fundar el nuevo régimen; pero han sido, sobre todo, errores de formas, no de fondo. ¿Hacia dónde van los cambios?

Primero, ese proyecto dice apuntar al desmantelamiento de leyes e instituciones que habían convertido en norma jurídica la corrupción, las graves diferencias entre unos pocos que lo tienen todo y la mayoría que nada posee.

Este conjunto de acciones no se advierte hasta ahora como desviado del estado de derecho ni como indicador de autoritarismo; los primeros cambios se han realizado con la Constitución y las leyes en la mano. Por ejemplo, la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos es un acierto histórico que ajusta México a las formas y modos de los Estados democráticos de derecho. Lo reprobable en México es que el "servicio" público haya sido utilizado como un trampolín para acumular riqueza y no para servir.

Rechazo en forma tajante que la independencia judicial resida en mantener sueldos muy por encima de lo que muestra la experiencia comparada a escala internacional. La eliminación de los privilegios de los expresidentes y de sus familias, de estos parásitos del poder, es un mensaje de racionalidad y lógica democrática, más allá de lo que el hecho representa en beneficio del erario. Esos beneficios no eran menores ni accesorios; antes bien, eran escandalosos por su naturaleza, además de que nunca estuvieron soportados en ningún ordenamiento con validez jurídica.

Segundo. La mayor parte de los integrantes del régimen que inicia son ajenos a las élites...

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