El infierno en Morelos

AutorJavier Sicilia

Desde hace décadas el país se parece a él (desapariciones, fosas, descuartizamientos, extorsiones, secuestros, terror). Ausentes del Reino, pero minada la gobernanza, cuyo presidente reduce la criminalidad a un asunto de niños en fase anal ("fuchi, guácala"), a un problema de guardería ("abrazos, no balazos"; "piensen en sus mamás") o de cantina (son ajustes de cuentas), lo que en realidad vivimos es un gobierno del crimen, una colonia penitenciaria en el sentido kafkiano del término, donde la mayoría de los condenados es inocente, un campo de concentración o una casa de seguridad sin alambradas ni paredes.

Morelos es uno de los ejemplos más claros.

La historia es larga. Se remonta a Carrillo Olea y el PRI, a finales de los noventa. Se ahonda de manera casi exponencial con el PAN de Estrada Cajigal y Marco Antonio Adame (periodo en que asesinan a mi hijo Juan Francisco y a seis de sus amigos) y se vuelve inenarrable con Graco Ramírez y el PRD (a cuya corrupción hay que agregar las fosas de Tetelcingo y Jojutla) y ahora con Cuauhtémoc Blanco y el PES-Morena.

A pesar de los diagnósticos que se han tenido, los gobiernos tanto estatal como federal, no han hecho más que justicias selectivas (como la del caso de mi hijo, cuyos asesinos después de casi nueve años de proceso no han sido aún sentenciados).

Centrémonos en los últimos dos gobiernos.

A su arribo al poder, Graco y Peña Nieto tenían una diagnóstico claro de la situación del estado: una parte de la clase política (diputados y presidentes municipales) estaba vinculada con el crimen. Tenían identificados 11 alcaldes. Pero ni el gobierno federal ni el estatal hicieron nada. Lejos de ello, Graco desapareció cientos de cuerpos sin protocolos en las fosas mencionadas, utilizó su poder para perseguir a quienes consideraba sus enemigos y se dedicó a administrar el horror y la impunidad.

Con Cuauhtémoc Blanco ha sido peor. Ignorante, sin ninguna tradición política, con la única fuerza de su fama de futbolista y el apoyo de AMLO, desde su llegada a la gubernatura ha ahondado el infierno.

A un año de su administración los alcaldes vinculados con la delincuencia pasaron de 11 a 17 (Reforma, 27 de septiembre), lo que quiere decir que 51% del territorio de Morelos está gobernado por criminales. Sólo en lo que va del año se han registrado 660 homicidios dolosos y se sabe de más de 100 desaparecidos. Decapitados, desmembrados, embolsados aparecen en diferentes municipios cada semana. Las balaceras surgen...

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