La ininterrumpida guerra de Estados Unidos en Medio Oriente

AutorCarlos Martínez Assad

El origen de ese modo de actuar es remoto y se acentuó desde el comienzo del siglo XX. Es verdad que Estados Unidos definió los dos triunfos de los aliados en las guerras mundiales imponiéndose como el abanderado del mundo libre, aunque esa imagen fue quedando atrás a medida que sus intervenciones dejaron huellas de intolerancia, oprobio y sangre debido a la conveniente protección de sus propios intereses, lo cual se expresó en la miseria en que quedaban los lugares por donde pasaba. Pueden citarse muchos nombres de las naciones acosadas por sus intervenciones.

De un largo tiempo para acá ha mantenido sus baterías enfocadas hacia el Medio Oriente, debido a los enormes recursos energéticos que esa zona alberga, aunque recurra constantemente a la justificación de la defensa de la democracia y más recientemente de los derechos humanos. Y justo ahora, después de la elección presidencial de noviembre de 2020, se puede ver que aun en Estados Unidos el sistema democrático que tanto presume tiene fallas.

Por una u otra razón su intromisión en la zona ha sido constante, provocando reacciones por su forma de actuar calculadamente según sus intereses. El terrorismo le permitió la injerencia mayor, mantenida desde 2003 cuando encabezó una coalición con Inglaterra, Australia y Polonia, más otros países, que se involucraron en la ocupación de Irak, desatando una guerra sin cuartel. Como se sabe, alegó ir contra las armas de destrucción masiva que, como se demostró por los mismos estadunidenses, nunca existieron. El discurso había sido alentado por el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, pero resulta que fue perpetrado no por los iraquíes sino por árabes sauditas, a quienes las alianzas estratégicas con su país pusieron a salvo.

La guerra en Irak tuvo una gran cauda de muertes y la expulsión de millones de sus ciudadanos, que debieron abandonar sus hogares o incluso refugiarse en otros países cercanos, como Siria, y entre ellos 1 millón de cristianos abandonaron aquel país. Y en el mismo 2003 Estados Unidos condenó a Siria por ser un país que daba albergue a los terroristas, sin más demostración de George W. Bush que su discurso, agregándola a Corea del Norte, a Irak e Irán en lo que había denominado Eje del Mal. Sumó luego a Libia y a Cuba, pero no paró allí, porque luego incluyó a Bielorrusia, Zimba-bue y Myanmar.

En Siria se habían refugiado ya más de 3 millones de iraquíes, con el costo que significó para la economía de un país de...

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