La insoportable velocidad del ser

AutorFabrizio Mejía Madrid

En 1968, Paul Virilio, quien murió el lunes 10 de septiembre, es un arquitecto que está experimentando con los planos inclinados, los muebles que saltan de los techos y con la topología que hace relativo el adentro-afuera en una botella de Klein. Es el París de la revuelta estudiantil que lee sobre la idea de la imaginación como libertad en Sartre, pero también al Guy Debord de la sociedad del espectáculo: "que el poder humano no se ajuste al poder adquisitivo". Es el París de la Internacional Situacionista que escribe poemas y aforismos en las paredes durante la huelga -"Soy marxista de la tendencia Groucho"; "Pidan lo imposible"; "Formemos comités del sueño"- y que hizo decir al filósofo Gilles Deleuze: "El mayo del 68 no es un acontecimiento político como la Revolución de Octubre o la de 1789; el 68 fue un acontecimiento literario". Asmático, agorafóbico, claustro-fóbico, Virilio llega al tumulto del Odeón con una teoría de la asfixia contemporánea que simbolizan los bunkers antiaéreos y antinucleares, y una propuesta arquitectónica que no use al automóvil como modelo de la sala de cine, el teatro y la casa. Los de Virilio serán espacios imaginarios que el cuerpo habita, desestabilizado, sintiendo su propia fuerza de gravedad, "como un bailarín". Llega con la idea de renovar la vida en departamentos suspendidos en el aire. Pero se topa con el mayo aforístico, el de los teatreros gringos que traducen a Antonin Artaud desde la lucha contra la guerra en Vietnam: "Me separé de mis raíces. Me volví un hombre de palabras".

La teoría de Paul Virilio es sobre el tiempo, la velocidad y el poder: "Los sedentarios no son los que se quedan en sus casas, sino los que están conectados. Están en su casa mientras vuelan en un avión o en un cuarto de hotel. Los nómadas son los que no están en casa en ningún lado. Son los sin-casa, los inmigrantes, los que sólo se detienen cuando los detienen". En La estética de la desaparición (1991) y El procedimiento silencio (2000), el retrato que Virilio hace del presente es el de la sincronización: el mundo vive al ritmo de la transmisión en vivo del streaming, y en lo instantáneo de las reacciones. Quien detenta la riqueza neoliberal es quien maneja la velocidad de nuestras conexiones. No se trata tanto del contenido, del significado, sino de la simple velocidad. El poder sobre ésta no es visible -porque lo visible puede ser amenazado-, sino en busca de su desaparición con cada segundo. Como el pensar es un efecto...

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