El Instituto de Migración, al servicio de Washington

AutorMathieu Tourliere

CHAHUITES, OAX.- Las heridas en los hombros de Néstor aún no cicatrizan y los recuerdos de los machetazos fastidian su sueño. Pero en el albergue de Chahuites, Oaxa-ca, el salvadoreño de 27 años guarda silencio. Piensa que no tiene caso abundar en su historia, pues muchos de los migrantes que descansan ahí también sufrieron agresiones en el camino.

Suena paradójico, pero el asalto que sufrió Néstor el pasado 28 de septiembre y que llevó a uno de sus compañeros al hospital, moribundo, quizá le permita conseguir una visa "humanitaria" con la cual continuará -ahora de manera legal-su odisea rumbo a Estados Unidos.

Las autoridades migratorias otorgan de vez en cuando la condición de visitante por razones humanitarias a los migrantes "ofendidos, víctimas o testigos de algún delito cometido en territorio mexicano". Entre enero y agosto de este año, 669 centroamericanos recibieron esta condición, 168 más que durante todo 2014, según datos oficiales.

Es sábado 3,16 migrantes de la treintena que reposa en el albergue espera que el Instituto Nacional de Migración (INM) dictamine si los asaltos que padecieron ameritan una visa humanitaria.

Pero aún les faltan tres días de caminata para llegar al albergue más cercano, en Ciudad Ixtepec, a 150 kilómetros: la Casa Hogar Hermanos en el Camino, que dirige el sacerdote Alejandro Solalinde.

Pasarán por los municipios Reforma, Unión Hidalgo y Juchitán, entre otros, en los cuales el albergue de Ixtepec documentó gran cantidad de asaltos, dice a este semanario el voluntario Alberto Donis. "La gran mayoría de los que se hospedan en el albergue fueron atacados en el camino, muchos en Chiapas pero también muchos en Oaxaca", explica.

"Llegan grupos de 20 o 30 personas por día. Están supercansados, picados por las abejas, deshidratados y con hambre, algunos resfriados por el frío de la noche y otros insolados. En algunas ocasiones llegan por tren, pero ya es muy raro y son muy pocos, no más de 10 personas."

Hasta mediados de 2014, los 11 mil habitantes del municipio de Chahuites, en el sur del Istmo de Tehuantepec, veían pasar a los migrantes centroamericanos encima de los vagones del tren que venía de Arria-ga, Chiapas. Pese a los peligros que representaban los grupos criminales -quienes controlaban tramos enteros del ferrocarril, llamado La Bestia-, para los más pobres es el único modo de atravesar México.

Pero a mediados del año pasado, bajo la presión que ejerció el gobierno estadunidense para detener la oleada...

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