La invención de la nostalgia

AutorFabrizio Mejía Madrid

"Y entonces yo llegué al año de 1968. O el año 1968 llegó a mí. Yo ahora podría decir que lo presentí, que sentí su olor en los bares, en febrero o marzo de 1968, pero antes de que el 68 se convirtiera realmente en el 68. Ay, me da risa recordarlo. ¡Me dan ganas de llorar! ¿Estoy llorando? Yo lo vi todo y, al mismo tiempo, no vi nada. ¿Se entiende? Yo estaba en la Facultad cuando el Ejército violó la autonomía y entró en el campus a detener o a matar a todo el mundo. No. En la Universidad no hubo muertos. Fue en Tlatelolco. ¡Ese nombre que quede en nuestra conciencia por siempre! Pero yo estaba en la Facultad cuando los granaderos y el Ejército entraron y arrearon con toda la gente. Yo estaba en el baño."

Conocí, como muchos, a quien estaba detrás del nombre literario. Para el movimiento estudiantil de 1986-87, el del CEU, la poeta uruguaya Alcira Soust Scaffo era una insignia que nos ligaba con la poesía de vanguardia -cuando lo que eso quería decir se resolvía con Rimbaud y Verlaine-y el 68. Desdentada, el cabello blanco hirsuto, con la mano huesuda pinta de flores de panteón, Alcira era una bruja buena. Llenaba el pasillo de la Facultad de Filosofía y Letras con poemas que, al mismo tiempo, eran diseños de letras y colores y marchaba con nosotros contra las medidas restrictivas del rector Jorge Carpizo. Era la voz socavada que, al final del coro "Fi-Fi-Fi-losofía", irrumpía: "Y Leeeetras". Entre asambleas, vistiendo sus vestidos a los que cosía espejos, pedazos de estambre, fotografías, Alcira vivía entre el departamento del entonces consejero universitario de los estudiantes, Antonio Santos, y una pequeña oficina que el director, Arturo Azuela, le había respetado en vista de que, según ella misma decía, le sacudía los libros al poeta León Felipe, como Bolaño escribe en su novela.

Alcira tenía todo para ser parte de una leyenda que combinaba el 68 -se queda tomando agua del baño durante dos semanas en la Torre Uno de Humanidades-, con la idea de aparecer como La Maga de la Rayuela de Julio Cortázar, y su poesía pictográfica, mimeografiada, en collage acompañada de su voz perpleja:

La felicidad será para todos. Cada uno portará un sol Una estrella tan ardiente como sonrisa de niño. En un mundo tan embriagador que no tendrá lazo con la feria y los saludos congelados. Lafelicidad será para todos cuando el amor gire la tierra

Me acuerdo de ella ahora que el Museo Universitario de Arte Contemporáneo le abre una exposición a su leyenda. La...

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