"Isjir", novela sobre un migrante iraquí en México

AutorSusana Cato

La Tierra, desde los tiempos más antiguos, ha sido acariciada por los incesantes pasos de los amorosos, arriesgados, lastimados, locos, felices o desafortunados migrantes. A ellos, a todos ellos, les dedico este relato.

El fotógrafo de León

Tu rostro es preludio del poema. Nizar Qabbani

Nacido en tribu nómada, Jorge Morat Cato fue siempre un migrante. Cruzó desiertos, continentes y mares, y a los cincuenta años se aposentó por fin, con su familia, en otro mundo, México.

Terminaban los años cuarenta, que en León, Guanajuato, no habían tenido el esplendor (Viva la elegancia) de los "tiempos locos" franceses o neoyorquinos, ni siquiera el sufrimiento caótico de la Gran Depresión ni la melancolía y el libre despertar tras el largo gobierno de Porfirio Díaz. Como todo México, esa zona había vivido la primera revolución del siglo XX y los ideales que lograban construirse sobre ruinas comenzaban a ser amenazados por la llamada "guerra criste-ra", entre un gobierno laico y los fervorosos soldados de una Iglesia ya temblorosa, pero que había dominado pueblo, cielo y tierra durante más de tres siglos.

Morat caminaba por las calles polvorientas y tranquilas como por cualquier barrio pobre de su muy lejana Telkef, aquella ciudad iraquí de pasos arenosos (y buena fama cultural) donde vivió su niñez y adolescencia. Aquí, las casas rurales con paredes de adobe en un claro color tierra se parecían, con todo y los nopales que las rodeaban. Así las mujeres morenas envueltas por largos mantos tejidos (que aquí se llamaban rebozos), y así los campesinos, con sus relucientes trajes de algodón blanco y también con la piel café. Una iglesia, como allá, y un sol tranquilo que no pide nada.

Lo único que mostraba otro mundo era que en México no había agotados camellos, sólo agotados burros, y los vendedores indígenas inundaban los caminos cargando despeinadas aves que remataban a gritos soltando al aire un pregón que a Morat le parecía muy divertido, en náhuatl y español: "Chichicui-lotitus vivuuus!" Y más anuncios repetidos por incansables gargantas aviva voz que sólo terminaban al anochecer: "¡Flores para su amor!", "¡Sabrosos camotes del mero Silao, muy bien enmielaos!", "¡El que prueba mis tamales, olvida sus males!"

Del barrio donde salían los vendedores, Morat pasó a las elegantes colonias del centro y sus residencias afrancesadas con balcones de enseñoreada herrería, frescos patios al centro, carmenes y mosaicos estilo mudéjar que los árabes llevaron a los...

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