Ivaginaria / La Corona

No es una tarea fácil la de cumplir un deber. En América, la idea de una reina que debe reinar, nos parece lejana y trasatlántica. Por eso el impacto de un serial como el de "The Crown", La Corona, sobre la vida de la reina Elizabeth de Gran Bretaña que debe ser reina por herencia, por deber y por obligación, es algo que suena espantoso y aberrante. Además de que debe cumplir sus roles impuestos de "mujer".

Ayer domingo se estrenó la cuarta temporada, encabezada por las actrices Olivia Colman como la reina, Gillian Anderson como la primera ministra Margaret Thatcher y Emma Corrin como la princesa Diana.

La reina Elizabeth II es la representante de la monarquía en pie más antigua del planeta, en el territorio no continental más importante de Europa, al ser una isla. Ejercer un trabajo por herencia e imposición es una forma de esclavitud, con todo y el privilegio que implica.

El momento histórico que se marca en la serie cuando se encuentran por primera vez la reina y Thatcher, es un instante icónico no sólo en esta producción, sino en la historia mundial de las mujeres.

La Thatcher fue retratada, al menos como se dice en sus biografías y en su apodo "La dama de hierro", como una perra malvada que llevó a su país a la crisis económica y a una guerra tildada como innecesaria, como cuando defendió la soberanía de las islas Falkland después que unos tontos chatarreros argentinos querían tomarla, pobres almas. Y sólo hizo el trabajo que cualquier bato hubiera hecho, mejor o peor, nunca lo sabremos.

La reina y Thatcher ejercen su poder, su maternidad y sus maternajes como parte del debe ser de ambas, amén de los otros roles que habrán de ejercer por su género y posición ante el pueblo de Gran Bretaña. Son dos señoras a quienes se les exige que actúen como hombres y reaccionen como machines, sin perder la terneza de su ser materno o su carácter femenino. Incluso Thatcher es una mujer misógina, dura, hembrista y sin duda, mamá de un bato machín bueno para nada como su tonto hijo.

El capítulo que más me gusta es cuando se equiparan las maternidades y los maternajes de cada una. Es cuando ambas, como madres, son cuestionadas por el papel que juegan sus hijos en la vida de cada una de ellas.

El tonto hijo de Margaret...

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