Ivaginaria / El derecho al desnudo y a la privacidad

Una vez en un cumpleaños mío celebrado cerca del mar, mi entonces pareja me dijo, quítate el bikini, no pasa nada en esta playa. Pese a que no soy una persona pudorosa, sólo me quité la parte de arriba. No quise quitarme lo de bajo. En un afán mochesco y mamila yo pensaba, a esas alturas aún y todo, que había niños y que no me sentía cómoda enseñandoles la raya de las nalgas a la humanidad en ese sitio en específico. Ahí no. ¿Por qué? No estaba cómoda.

Desde pequeños debemos de aprender a administrar nuestra desnudez para un mejor estadio con nuestro cuerpo, autoestima y seguridad. La primera vez que ví a una mujer desnuda me reveló que en cierto momento de la vida hay vello púbico, y eso me pareció muy extravagante del ser humano. Sin embargo mi idea del cuerpo seguía siendo distorsionada y pudorosa.

Luego vi más personas en las playas que se desnudaban sin problemas o que podían cambiarse de ropa delante de mí, lo cual me parecía muy atrevido, porque mi noción del pudor era más de pueblito norestense en donde todavía usan fondo debajo de la falda del vestido.

La relación que nosotr@s tenemos con nuestro cuerpo es sagrada, pero es además única e individual. Existe gente que se oculta tras las ropas para no revelarse ante otr@s, incluso hasta el brassiere mismo realiza esa función protectora. Unas lo usamos nada más para que no se nos vean los pezones, lo cual es incómodo porque todos los miran, independientemente del tamaño y aspecto de las tetas.

Otr@s no usan casi ropa. Me encanta cuando voy a entregar condones los fines de semana en el Wateke un antro de Monterrey, porque los stripers y bailarines no tienen frío y están semi encuerados, los que caen por ahí en las noches, como todas las tribus que acuden ahí en las madrugadas. ¿Qué hacen ellos? Administrar su desnudez en su jale, cultivarlo a nivel individual y mostrar lo que sea conducente que para eso ellos harán lo propio para conservar el show.

Pero antes de abordar el propio cuerpo, es necesario aceptar los límites y establecer los propios, ante un derecho fundamental como lo es el derecho sexual a la privacidad. De entrada, nadie tiene derecho a espiarnos cuando estamos desnud@s. Tampoco a traspasar a nuestros espacios privados, como...

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