Ivaginaria / Entrenador de perros

Tengo una predilección especial por los entrenadores de perros porque siempre nos enseñan algo sobre nuestra especie. A veces mejor que los psicólogos o psiquiatras, pero ésa es una opción para los humanos muy recomendable. Pues fíjense que con todo el jale acumulado de la semana, me apliqué a serenar mi cerebra y vi una serie de entrenamiento para perros en Netflix.

El último entrenador de perros que conocí, era quien trataba a los mastines de la abuelita de un ex novio mío, quien tenía un rancho en Parras. La verdad es que era impresionante el bato, porque cuando llegaba al rancho, todas las mujeres literal, se le echaban encima. Cuando Joaquín me contó del suceso fue algo muy divertido porque lo primero que pensé fue: tengo que conocer al domador de los perros y de las señoras de ese rancho. Cabe mencionar que la abuela Engel no era cualquier señora apretada, sino una mujer que comprendía (nunca supe porqué, era alemana) la vida del rancho con sus asegunes.

Mi novio me dijo, que estaba seguro que no me iba a gustar porque "estaba gordo". Considerando que mi ex estaba sumamente delgado, cualquier bato era una mole para él. Pero agregó algo malevolamente: pero tiene algo que te va a encantar.

Un día que fuimos, mi hija tendría quizás cinco meses de nacida, llegó el dichoso entrenador. Era un tipo muy guapo de cara, onda modelo de tienda departamental. No gordo, sí poca pancita. Muy lisonjero. Eso me cayó gordo. Coqueteaba con la abuela Engel, con la señora Gloria que trabajaba en la casa, con las muchachas que traían las bebidas y la comida. Conmigo fue muy amable, pero correcto porque sabía que era la compañera de Joaquín, pero cuando vio a mi hija bebé, me pidió si la podía cargar.

La verdad a mí nunca me gustó que nadie, conocido o desconocido tocara a mi hija. Creo que ésa fue la única vez en mi vida que he actuado con sensatez: nunca permitía que nadie la cargara o abrazara, muchos menos que la acariciaran o besaran. Mi cara de perra rabiosa evidente siempre alejó a los tocones cariñosos.

Pero la abuela Engel me pidió: deja al señor Bustamante que cargue a Zoe. El hombre extendió las...

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