Ivaginaria / Una güera te lo está sonsacando...

El trabajo es un entorno idóneo para las relaciones extramaritales e infidelidades de todo calibre. No es algo que yo diga, más bien es la observación de los altos índices de intercambio de fluidos que tod@s constatamos a diario. Lo más divertido de los romances oficinescos o del laboro, es que los implicados juran que nadie sabe que ellos se empinan encima de la copiadora o que fajan en el estacionamiento.

¿Cómo se enteran las demás personas de que andan forniciando? Ese es otro misterio insondable de la naturaleza, pero si hay algo paleta en este mundo, es el romance del trabajo. En los locos noventas, una de mis parejas, primero fue mi compañero en un trabajucho horrible que, bueno, al menos nos juntó. Estábamos nosotros en el más estricto secreto de nuestro affaire y, perfectamente seguros de que nadie sabía lo obvio. Porque ésa es otra: como anda un@ coge y coge, pues el hipotálamo está hecho plastilina y se nota en la gente que está forniciando mucho y seguido. Pero ya saben, no es como el sexo de mantenimiento o de coito obligado que hacen much@s por llenar una cuota de fornicio, sino del acto sexual urgente y calenturoso que no debe ser expuesto porque luego se arma.

Pues en ese hermético romance secreto nos hallábamos cuando decidimos que nos íbamos a ir a convivir, ash, al estacionamiento de un café al que acudíamos todos los del jale, pero cuándo salíamos de trabajar, no a media tarde cuando a nosotros, los del affaire, se nos ocurría salir a fajar.

Estábamos en sana convivencia en el mencionado estacionamiento, cuando se nos acomoda un carro en el cajón vacío que nos quedaba justo enfrente. Como ya pardeaba, sentimos un leve lampareo del coche que se estacionó frente a nosotros. De él salieron mi jefe y otro compañero. De todos los cafés trasnochados a los que íbamos tras el jale, se les ocurrió ir al que nosotros habíamos elegido para sabrosearnos. Lo que siguió a continuación fue muy divertido, porque a pesar de que nos vieron claramente enredados, se hicieron güeyes y eligieron una ruta más lejana para acercarse a la puerta del Martins.

Esos fueron movimientos que ahora me parecen temerarios que definitivamente yo no haría...

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