Izquierderecha

AutorFabrizio Mejía Madrid

Como se sabe, la distinción nos viene de la Revolución francesa: los girondinos se sentaban a la derecha de los jacobinos. Desde el inicio, ambos bandos se excluyen pero no pueden existir sin contrastarse respecto del otro. Ello los hace, no una esencia, sino una topología: dependen de la posición del otro para definirse. Pero otra postura es apelar a su origen, es decir, a esa genio invisible que llamamos "soberanía". La derecha mexicana es una combinación de conservadurismo aristocratizante, lucha contra el cardenismo, y reivindicación de la ideología de la libre empresa familiar. La izquierda actual -no revisemos los altibajos del comunismo mexicano en sus debates entre planificación centralizada, obediencia a la retórica ortodoxa, y la democracia "burguesa"- proviene del cardenismo y la insurrección cívica de los años ochenta. "Algo sobre lo que nadie debe contar", dice el lema de los condes de Périgord, una casa real a la que nunca se le reconoció como auténtica. La realeza de Périgord tenía un origen mundano, los cuatro ejércitos -pe-trocorii- que se aliaron a las fuerzas galas contra Julio César. Aludían a su origen con otra sentencia arcana: "Nadie sino Dios", es decir, el de las explicaciones es Él y, en todo caso, es el único rey legítimo. Es justo lo que muchos políticos dicen al ser cuestionados: "No voy a comentar sobre eso" o "nunca explico".

Izquierda y derecha dejan de tener sustancia en los últimos trabajos del historiador Richard Cobb sobre la Revolución francesa. Después de mirar cientos de oficios de sentencias a la guillotina, del bando revolucionario y del de la restauración monárquica, Cobb escribe, hastiado de la política como burocracia: "Los perseguidores, salvo escasas excepciones, como la del desbordante, incómodo y feroz Javo-gues, revelaban a continuación que eran los primeros empleados, engallados entre sus papeles, irreprochables especialmente en la mediocridad que les rodeaba como la banda tricolor. Su símbolo es un funcionario administrativo, Cochon, dispuesto a ofrecer sus servicios como prefecto durante la Restauración, aunque había votado por la condena de Luis XVI. En él se perfila el burócrata que actúa en la sombra de todos los regímenes con límpida imparcialidad al asestar la muerte a los débiles al momento, y en hacer favores a quien podrá ser el fuerte del siguiente momento". La revolución y su contraparte aristócrata se terminan así en la burocracia que administra las condenas a muerte. El Terror...

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