Jaime Cárdenas

AutorErnesto Villanueva

Primero. Conozco desde hace muchos años a Jaime Cárdenas, de quien tengo una inmejorable impresión. Es público y notorio que es una mente lúcida, un jurista de reconocido prestigio y sobre todo un hombre honesto, transparente y bueno, en el mejor sentido de la expresión. Estas características son, sin duda, activos muy importantes en el servicio público. Si hubiera muchos funcionarios con las prendas profesionales y morales de Jaime, el estado de derecho, la rendición de cuentas y el combate a la corrupción tendrían mayores posibilidades de traducirse en actos por el bien del interés público. El presidente sabía con precisión y de antemano el carácter de Jaime antes de invitarlo a colaborar con él, sus virtudes y sus defectos -si así se le pueden llamar a decir las cosas por su nombre, a no adoptar un comportamiento acrítico por consigna-, a pesar de que no sólo coincide, sino que le ha dado una narrativa racional a la 4T más allá de los juicios de valor militantes, que no es poca cosa. Quizá la actitud facilista en mi caso hubiera sido no escribir sobre este tema y en privado externarle mis simpatías a él o mis antipatías a sus nuevos detractores, como marcan los usos y costumbres de la simulación tan propia. Pues no. Es precisamente en estos momentos cuando hay que fijar pública postura.

Segundo. He defendido en estas páginas el derecho a la libertad de expresión del presidente López Obrador. Y así lo creo. No obstante, dedicarle tres días seguidos a una serie de juicios de valor vejatorios a Jaime por haber renunciado al instituto y por las razones que adujo para tomar esa decisión es un exceso verbal con un hombre que en los momentos más complicados de su vida política ha estado con él, apoyando y dándole guía jurídica y argumentativa, y porque ha actuado en los cargos que ha tenido en su vida con la Constitución y la ley en la mano. Deploro los juicios calificativos presidenciales hechos en agravio de Jaime y reconozco, por el contrario, la réplica de éste hecha con respeto, prudencia y mesura, pero con claridad en el fondo. En este desencuentro el presidente perdió los estribos y Jaime defendió su honor bien ganado por tantos años de trabajo en el sector público y académico. Lo hizo sin estridencias, pero con datos puntuales de sus diferencias con el entorno cercano del presidente y con el propio titular del Ejecutivo federal. Aclaro aquí que no veo, de ningún modo, una inequidad por cuanto al impacto de la difusión...

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